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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La gran tradición rusa

La Filarmónica de San Petersburgo, con Yuri Temirkanov, ha dejado para el recuerdo una magistral versión de 'Scheherazade'

En lo que va de año el público sinfónico de Madrid ha tenido la oportunidad de escuchar al menos dos conciertos “idiomáticos” de calidad excelsa, con autores al margen de ese núcleo Beethoven-Brahms-Bruckner-Mahler que domina los platos fuertes de la mayoría de los programas de las orquestas invitadas. Primero fue el turno británico con Sir Mark Elder y The Hallé en Ibermúsica, con una memorable Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Vaughan Williams, complementada por una obra intererantísima de Gustav Holst. El pasado jueves, de la mano de Juventudes Musicales, el protagonismo ha recaido en los rusos con la visita de la Filarmónica de San Petersburgo, dirigida por Yuri Temirkanov, que han dejado para el recuerdo una magistral versión de Scheherazade, de Rimski Korsakov y un par de obras de Chaikovski interpretadas con un toque poético y un estilo “ruso” verdaderamente antológicos.

Filarmónica de San Petersburgo

Director: Yuri Temirkanov. Violonchelo solista: Pablo Ferrández. Obras de Chaikovski y

Rimski Korsakov. Juventudes Musicales. Auditorio Nacional, 29 de enero.

Temirkanov es un director fuera de serie. No en vano fue durante muchos años asistente y posteriormente el sucesor de Mravinski al frente de la Filarmónica de San Petersburgo, una orquesta con enorme solera, cuya creación se remonta a 1882. Los más veteranos recordarán la impresionante versión de Eugenio Oneguin, de Chaikovski, que Temirkanov dirigió al Teatro Kirov, entonces de Leningrado, en 1981 en el teatro de La Zarzuela. Saliéndonos del repertorio ruso, les aseguro que ningún director como Termirkanov, y nada menos que en la cátedra verdiana del teatro Regio de Parma, me ha causado una impresión tan profunda dramáticamente en un título tan emblemático del arte lírico como La traviata. No fue, por tanto, una sorpresa su sensacional exhibición de timbres y matices en la popular Scheherazade, de Rimski Korsakov, pero sí supuso una constatación de la riqueza que se puede sacar de una partitura muy trillada cuando se trata con semejante sabiduría rítmico-conceptual y dominio del lenguaje y, por supuesto, con tanto apego a las raíces de la tradición. En los próximos días orquesta y director son invitados de lujo del Festival Internacional de Música de Canarias con cuatro conciertos en Gran Canaria y Tenerife.

El concierto tuvo una primera parte chaikovskiana con una imaginativa lectura de la Fantasía sobre Francesca da Rímini, opus 32, a la que siguieron las Variaciones rococó para violonchelo y orquesta, opus 18, con el joven instrumentista madrileño de 23 años Pablo Ferrández, que se desenvolvió con soltura y oficio ante semejante reto, y que rubricó su actuación con dos bises, una zarabanda de Bach y una melódica exposición de El cant dells ocells. Ferrández demostró seguridad y talento. Incluso contención para anteponer la serenidad a la brillantez.

El éxito en los saludos finales volvió a poner de manifiesto la categoría sin fisuras de la Filarmónica de San Petersburgo y su director titular desde hace más de un cuarto de siglo. Fue un concierto a la antigua, si se quiere, pero con un magnetismo irresistible

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