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"No soy mucho de premios, soy más de platicar, de compartir con la gente”

El joven cineasta Gabriel Serra se ha convertido en el primer nicaragüense en ser nominado a un premio Oscar

Carlos S. Maldonado
El cineasta Gabriel Serra en un hotel de Nicaragua
El cineasta Gabriel Serra en un hotel de Nicaragua Oscar Navarrete (AP)

Gabriel Serra (Managua, 1984) buscó en el Distrito Federal lo que su país no le ofrecía: una formación cinematográfica de calidad que le permitiera hacer buenas películas. Después de una temporada de estudio y trabajo en el Centro de Capacitación Cinematográfica de la capital mexicana, Serra dirigió el documental La Parka, que lo ha catapultado hasta los premios Oscar: el joven cineasta fue nominado este jueves en la categoría de mejor corto documental.

Serra se enteró de su nominación al despertarse. Dice que encendió su ordenador justo cuando en la Academia de Los Ángeles anunciaban la categoría en la que ha sido nominado, y la alegría fue total. Seis años de estudio y trabajo, de los cambios y la adaptación a un país extraño, de su vida como migrante, recibieron recompensa. Este joven se convertía en el primer nicaragüense en ser nominado a un premio Oscar. Por una película hecha en México, por un proyecto académico.

La Parka cuenta la historia de Efraín, un mexicano que durante 25 años ha trabajado en un matadero de la Ciudad de México y su faena destripando animales para alimentar a ese monstruo urbano que es el Distrito Federal. Es una historia de un país obsesionado con la carne, pero también una reflexión sobre la muerte, en una sociedad secuestrada por la violencia, y desde el punto de vista de un joven extranjero que se autodefine como un “mediador entre la vida y la muerte”.

Pregunta. Tuvo que salir de Nicaragua para poder hacer lo que le gusta. ¿Cómo le recibió México?

Respuesta. Es como estar en Nicaragua, pero con una ciudad grande. Es un espacio caótico, con mucha diversidad, un lugar donde pasan muchas cosas, la gente se está reinterpretando a sí misma, que es lo que más me gusta de las culturas, que se reinterpreten. Y, por otro lado, México es el origen de nuestra cultura: hay una traducción que dice que Nicaragua significa “tierra de lagos y volcanes”, pero también se dice que significa “hasta aquí llegaron los náhuatl”. Nicaragua fue la última frontera náhuatl. Toda esas conexiones me inspiran mucho, porque es una cultura fascinante, que es nuestra madre. Además, está la universidad, que es espectacular. La gente es amable y te hace ser amable. Y la comida es espectacular.

P. La suya no deja de ser la historia de un joven migrante. ¿Cuál es el trato a los migrantes centroamericanos en México?

R. No es tan agradable. La gente del DF, como todo habitante de ciudad grande, es arrogante, porque cree que su ciudad es muy grande y todo lo demás muy pequeño. La relación con algunas personas fue complicada, pero a mí me gusta el reto de que hay que ganarse el respeto de las personas trabajando. Y yo me lo gané. Demostré mi calidad con trabajo. Me gusta ese reto, pongámonos a trabajar y te aseguro que te puedo dar la mejor calidad posible, algo fresco, bueno, nuevo.

P. ¿Qué tipo de influencias artísticas tuvo en México?

R. Yo he estado entre Cuba y Nicaragua, y Cuba me da hueva, porque es una isla, tendrá sus cosas, pero a mí me gustan los espacios que te absorben, que te comen, y México me daba esa oportunidad. Los docentes son de primera calidad y lo más importante es que es gente que está haciendo cine, y vos tenés que ir con gente que está en el medio para que podás seguir aprendiendo de ellos. Ahí están los mejores fotógrafos. ¡Hay toda una industria! Tenés un mercado grande, hay festivales importantes, para mí está la mejor movida cultural de Latinoamérica, es un lugar que te motiva a crecer. Y la Ciudad de México, si no estás produciendo, te expulsa.

P. ¿Por qué este acercamiento a la muerte de una manera tan particular?

R. De alguna manera me reflejo un poco con Efraín [el protagonista de su documental] y La Parka, porque me he sentido como un mediador entre la vida y la muerte: he tenido muchas experiencias personales que me han llevado, por pérdidas personales o de amigos, a ser como un mediador. Desde esa posición conté la historia. Quería encontrar una persona que tuviera la misma cercanía con la muerte y que a parte tuviera un oficio que pudiera crear una analogía o un espejo y una reflexión de su propio oficio.

P. La película refleja su obsesión con la muerte en un país donde la muerte está muy presente.

R. Es un tipo de lectura que le he dado después. Después la he relacionado con temas como los de [la masacre de] Ayotzinapa, los muertos, toda la violencia que pasa en México. Hay un texto muy fuerte que dice al final de la película: “Yo no mataría a un ser humano, porque no es un animal. Yo mato porque tengo que comer”. Estamos hablando como si Efraín, el personaje, fuera un sicario. Me interesaba mucho dejar ese texto para que pudiéramos entender que de alguna manera los sicarios tienen necesidad de matar, porque tienen que comer. Es una especie de pimponeo con la gente que mata en este país.

P. ¿Cuál es su relación con la carne? ¿Es vegetariano?

R. No, no soy vegetariano, me gusta mucho la carne. Pero la carne como tal me atrae, no sólo como comida, sino vos como ser humano, o una mujer. Hay algo fuerte que tenemos debajo de la carne, de la piel. Ahí no sólo están los huesos, si no también la conciencia. Me gusta mucho este tema de cómo nosotros nos apegamos o nos acercamos a la carne.

P. ¿Qué acogida tuvo La Parka dentro del público mexicano?

R. Regular. Por un lado mucha gente felicitándome y por el otro participando en festivales, pero no ganando en los importantes. En Europa, en cambio, le fue muy bien al documental, tuvo una acogida brutal. También en Sudamérica.

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de la edición América del diario EL PAÍS. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica y temas de educación y medio ambiente.

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