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crítica | babadook
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Madre e hijo

Su desenlace, si bien heterodoxo, matiza la oscuridad dominante, pero prevalece la fuerza irrespirable de un trabajo incómodo

Essie Davis y Noah Wiseman, en 'Babadook'.
Essie Davis y Noah Wiseman, en 'Babadook'.

No conviene llevarse a engaño con lo que esta película parece ser: una convencional historia de monstruos que parte del tópico de los miedos infantiles y del mito eterno del horror acechante bajo la cama. The Babadook es mucho más: una pesadilla verdaderamente insondable, situada a años luz de ese modelo de cine de género que se consolidó en los años ochenta, donde los monstruos —al modo de Freddy Krueger— acababan soltando chascarrillos entre secuencia sangrienta y secuencia sangrienta.

THE BABADOOK

Dirección: Jennifer Kent.

Intérpretes: Essie Davis, Noah Wiseman, Daniel Henshall, Tim Purcell, Cathy Adamek.

Género: terror. Australia, 2014.

Duración: 93 minutos.

La ópera prima de Jennifer Kent ha llevado a invocar referentes más nobles —El resplandor (1980), La semilla del diablo (1968) y Repulsión (1965); aunque no estaría de más mencionar, asimismo, El quimérico inquilino (1976)—. Tampoco sería muy descabellado trazar una línea de ascendencia que llegara hasta la obra de Val Lewton en los años cuarenta, tan regida por el signo de lo femenino.

Actriz australiana que se hartó de su profesión una vez cruzado el nuevo milenio, Kent se ofreció como ayudante de Lars von Trier para el rodaje de Dogville y allí veló sus armas como cineasta sofisticada y dispuesta a transgredir tabúes, como bien parece demostrar la cualidad de atrevimiento innegociable que se despliega en The Babadook.

Kent se distancia de otras películas notables que han abordado las pesadillas infantiles como La casa de papel (1988), de Bernard Rose, o Intruders (2001), de Juan Carlos Fresnadillo, para abismarse en el tabú de una maternidad traumática y potencialmente destructora.

Su desenlace, si bien heterodoxo, matiza la oscuridad dominante, pero prevalece la fuerza irrespirable de un trabajo incómodo y sin casi concesiones.

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