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Oscura progenie

Sergio del Molino plantea un nuevo recorrido de exploración de la materia autobiográfica

Avanzada la novela, el narrador de Lo que a nadie le importa declara: "No recreo una época, sino que la creo desde la nada. Estas supuestas memorias familiares son lo más fabuloso y ficticio que he escrito nunca". En realidad lo que difunde esa declaración es la intención de sustraerse de la sociología, por no decir costumbrismo, que podría contagiar la novela, una protesta anticipada ante el apremio de que pueda ser leída con la rémora de una crónica familiar, sin atender a su indagación, a su potencia literaria. Sergio del Molino se previene también así del peligro de ensimismamiento en lo privado, pero hay que decir que no sólo lo soslaya, sino que confiere a su relato un tratamiento infrecuente del padecimiento de la historia.

Todo lleva a considerar que esta novela se desglosa de su libro anterior, La hora violeta, o en todo caso ha propiciado un nuevo recorrido con un proceder similar de exploración de la materia que conforma la autobiografía. Aquí se trata de averiguar qué hay detrás de una frase ciertamente brutal, aunque de espléndida retórica, que el octogenario José Molina, rodeado de familiares, a punto de morir, dirige a su mujer: "Calla, que de ti no quiero ni que me cierres los ojos". Esa invectiva, tan sorprendente en un hombre ordinariamente callado, trastorna al nieto de tal modo que el autor llega a confesar: "Toda mi literatura se expande a partir de ese instante primordial".

La tentativa del autor, más allá de una recreación familiar, se proyecta en el ámbito de la herencia impuesta

No sé si toda la literatura de Sergio del Molino, pero sí es nuclear en Lo que a nadie le importa. Pues la tentativa del autor, más allá de una recreación familiar, se proyecta en el ámbito de la herencia impuesta por el miedo moral y la política de sustracción vital del régimen franquista, que incluso a los que habían luchado en el bando vencedor convirtió en comparsas de una existencia gris. Herencia que llega al nieto con los tópicos de la conformidad "del silencio español, de la vergüenza y del dejarlo estar". Contra ese legado, asumiendo también sus estragos, se construye esta novela que oscila entre la rememoración infestada de lugares comunes y la polvorienta vida corriente que, como el abuelo del autor, sobrevive en las liturgias del chocolate con porras y la monotonía de un trabajo en una tienda de paños que se transformará en el renombrado El Corte Inglés.

Sergio del Molino se orienta así no sólo hacia la concordia con la existencia arruinada de su abuelo, sino a la adquisición de la voz que corresponde a la generación, la suya, nacida tras la muerte de Franco, a quien también alcanzó el miedo en la adolescencia, en una prolongación de aquel régimen opresivo. Lo que a nadie le importa es, con sus ritornelos, su sentimentalidad, sus fotos sepia, sus agravios de clase media, una suerte de restauración de la memoria maltratada, a la manera de quien reconoce una oscura progenie sobre la que hay que prevalecer. No para suponer el mundo, como el abuelo, nutriéndose de rencor, sino para saber percibirlo.

Lo que a nadie le importa. Sergio del Molino. Literatura Random House. Barcelona, 2014. 256 páginas. 16,90 euros

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