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De Chaplin y otros santos

Provocar la risa a través de una imagen en movimiento es conseguir otra forma de inmortalidad

Chaplin, en 'Tiempos modernos'.
Chaplin, en 'Tiempos modernos'. Everett Collection

1. Definición. Todo intento de definición del gag visual está condenado al fracaso, como el impulso de pegarle un fuerte abrazo al mercurio. Manuel Garín, autor del brillante ensayo El gag visual. De Buster Keaton a Super Mario(Cátedra), es consciente de ello: “Definir el gag visual es como definir la risa, imposible”, precisa la primera frase del libro. Sin embargo, parece haber una condición de inmortalidad en esta forma pura que alcanzó una de sus cimas en el cine silente, para llegar hasta las pantallas de los videojuegos, desviándose también por las palabras de Cervantes, Rabelais, Kafka y Beckett.

2. Funcionamiento. Como un Keaton de las ideas, Garín salva el abismo de la imposibilidad proponiendo esta definición páginas después: “¿Qué es un gag visual? Una forma que hace (posible) reír. ¿Cómo? Mediante un desarrollo equívoco de imágenes en movimiento”. Su texto se dedica entonces a diseccionar el mecanismo del gag y encuentra la esencia de su funcionamiento en la gestión, en tres fases, de su temporalidad: la espera, la anticipación y la sorpresa. Bajo el gag primigenio del resbalón sobre piel de plátano late una idea kantiana: “La risa proviene de una espera que súbitamente se resuelve en nada”.

3. Cuerpos. “El grado cero de la comicidad es el personaje”, escribe Garín relacionando los arquetipos de la commedia dell’arte con las icónicas identidades cómicas del cine silente. En ese contexto, el cuerpo de Charlot —capaz de transgredir fronteras de clase y género en una sola anatomía fluida: el vagabundo de maneras aristocráticas, el sátiro de femenina gracilidad— se convirtió en máquina cómica imbatible. En su imprescindible Autobiografía (Lumen), Charles Chaplin desvela toda esa dimensión proteica: “Este personaje es polifacético: (…) un vagabundo, un caballero, un poeta, un soñador, un tipo solitario que espera siempre el idilio o la aventura…”.

4. Forma. La lectura simultánea de la Autobiografía de Chaplin y de El gag visual es una experiencia enriquecedora para todo interesado en la comedia: el autor de Tiempos modernos (1936) llegó por pura intuición a las mismas conclusiones a las que llega Garín a través de una profunda reflexión académica, atravesada de espíritu lúdico. Todo es cuestión de forma: “Vi que la colocación de la cámara era no una cuestión psicológica, sino que también constituía la articulación de la escena; en realidad, era la base del estilo cinematográfico (…) es como el acento del lenguaje del cine”,escribió Chaplin.

5. Juego. En El gag visual abundan saltos conceptuales asombrosos: el capítulo dedicado al gag suicida apunta al espíritu transgresor de la comedia, pero quizá el concepto más seductor sea el del gag jugable. En la tensión que provoca un plano general de Tati —frente al cual el espectador se ve obligado a detectar dónde se camufla la fractura cómica, como en una suerte de ¿Dónde está Wally?—, figura la esencia del gag jugable. Y en la rima a través del tiempo, entre un travelling lateral en una persecución de Keaton y el scroll de un videojuego de Súper Mario.

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