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CRÍTICA / ARTE

La loca del desván

El Macba reúne doscientas obras de Carol Rama, una pintora que, durante su larga e invisible trayectoria, siempre ha buscado proyectar su cuerpo sobre la tela

Nonna Carolina (1936).
Nonna Carolina (1936).Roberto Goffi / Archivo Carol Rama, Turín

La exposición más importante del año en Barcelona la firma Carol Rama, y ha ganado de calle a otras con mayor dimensión mediática, lo que demuestra la poca solvencia de algunos discursos oficiales frente a la extrañeza y autenticidad de una pintora que durante su larga vida ha sido prácticamente invisible para el sistema del arte. Nació hace 97 años en Turín y su obra fue una continua reanimación de la deformidad moral satánica de su época. Monstruosin padre ni madre (se cree que su madre estuvo internada en un psiquiátrico y su padre, un industrial fabricante de bicicletas, se suicidó tras verse arruinado económicamente), Rama surge hoy como una artista miltoniana que quiso proyectar su cuerpo sobre la tela donde aparecerían además las partes repugnantes de hospitales y quizás cementerios. Es el cuento del rechazo ciego de las mujeres por el patriarcado misógino. Es el cuento de Mary Shelley.

El monstruo se venga, primero asesinando su feminidad y después iniciando una búsqueda predestinada al fracaso de un nuevo principio femenino dentro de la infame sociedad que la ha creado. “Pensamos sobre el futuro a través de nuestras madres”, escribió Virginia Woolf. Y es así como el único modelo maternal en su pintura es la aterradora imagen del “pecado”. Encerrada en su torre de marfil de su piso turinés cercano al río Po, la loca del desván —por utilizar la expresión de Gilbert y Gubar en su famoso ensayo sobre la imaginación femenina en el XIX— comienza a pintar ojos, cuerpos con miembros amputados, prótesis, lenguas y penes erectos, serpientes a modo de falos, cuerpos que se masturban, defecan o fornican, camas hospitalarias con correas y sillas de ruedas. Compone lienzos con hilos metálicos, pelo, piel, uñas y dientes naturales, también con instrumental médico (jeringas, cánulas de lavativa anal); crea esculturas con maderas, cartuchos, escaleras y neumáticos de bicicleta deshinchados, flácidos y vulnerables, como nuestros cuerpos.

La retrospectiva del Macba recorre todas sus etapas a través de doscientas obras, entre acuarelas, aguafuertes, telas, esculturas y ensamblajes. Comienza con sus primeras pinturas de estilo informalista, su época concreta, sus bricolajes surrealistas, el povera/posminimalista y finalmente la explosión de los poderes de la anomalía femenina en escenas y retratos poblados de seres animalizados que viven en el inframundo de la razón, entre El Bosco y Goya. Pintura sobre la tumba de la madre de parte de un monstruo sin historia capaz de empezar de nuevo en su Paraíso perdido de la burla y el rechazo.

No debemos politizar el trabajo de Carol Rama, ni reducirla a una simple artista fantasmática dentro de la historiografía patriarcal, más bien hay que leerla como una narradora gótica que ejerce audazmente su escritura simbólica, sin precursores masculinos, mientras afirma la preeminencia del animal, la enfermedad y la muerte. A este propósito, reconoce: “Yo soy una vaca loca. Y esto me ha hecho gozar de manera extraordinaria”. Su obra es el resultado de su llegada inquisitiva a la autoconciencia desde el oscuro desván. Son los intentos de hablar del ser alienado. Durante siete décadas, su lengua, erecta, la obedeció y pudo nombrar en el acto todo lo que veía. Se puede ver condensado en esta muestra, en una sala roja que se abre al visitante como una bisagra-caja de Pandora, donde la caída y el placer extremo se expresan en toda su complejidad.

La pasión según Carol Rama. Macba. Plaça dels Àngels, s/n. Barcelona. Hasta el 22 de febrero. Coproducida con el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris.

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