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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Dermoestética

En España, una de las consecuencias de la crisis es que se ha perdido negocio de retoque y la gente ha optado por métodos menos costosos y hasta sanos para alcanzar un buen aspecto

David Trueba

Corporación Dermoestética, empresa con sede matriz en Valencia y centros localizados en España y Portugal, ha presentado un preconcurso de acreedores. Mala noticia para las apariencias, esa prioridad general. La empresa se ha dedicado a la cirugía estética, la corrección de la obesidad y los cuidados de la piel a través del láser, que es el photoshop de quienes no pueden relacionarse con el mundo a través de las revistas ilustradas. En los países emergentes, el principal rasgo de la evolución de renta es el crecimiento de las operaciones de estética, lo que confirma que el dinero no trae la inteligencia sino que desacompleja. Contabilizando pechos retocados, culos ensalzados, narices estandarizadas y recuperaciones del virgo se puede concluir en qué países hay bonanza y en cuáles no. La operación estética per cápita miente menos que las agencias de calificación.

En España, una de las consecuencias de la crisis es que se ha perdido negocio de retoque y la gente ha optado por métodos menos costosos y hasta sanos para alcanzar un buen aspecto. Pero si somos capaces de entender la obsesión de los individuos por poseer una buena imagen, tendremos que entender también que los países y sus gobernantes utilicen métodos parecidos. Lo que ha pasado en España, y que muchos han llamado una crisis institucional, es en realidad una crisis dermoestética. Porque diferentes sectores se han encontrado sin la habitual posibilidad de retoque, liposucción y siliconización, que llevaban a cabo por varios métodos, desde falsear las cuentas hasta domesticar la crítica mediática.

Incluso las televisiones, tan entregadas a perpetuar la idiotez en la ciudadanía, han encontrado un filón para ciertos horarios en señalar los defectos estructurales del país. Se ha caído el maquillaje y nos hemos encontrado una realidad no ya sucia sino desvencijada. Y tenemos dos opciones, recuperar la manía dermoestética y proceder al nuevo engaño, o salir a pasear y tomar el aire y alcanzar la lozanía bajo la brisa de la verdad. La de un país que puede envejecer, que puede cumplir los ciclos vitales sin avergonzarse, que deja de tener una caja B como quien tiene un cuerpo B. Desde la matriz valenciana hasta el resto peninsular, el paisaje no necesita un retoque ni unos hilos de oro, sino salud y ventilación.

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