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CRÍTICA | FRÍO EN JULIO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un plan complejo

Shepard, Hall y Johnson, en un fotograma de 'Frío en Julio'.
Shepard, Hall y Johnson, en un fotograma de 'Frío en Julio'.

Uno de los efectivos en ese relevo generacional que ha vivido el cine de terror norteamericano a través de la escena indie, Jim Mickle amplía sus ambiciones en esta adaptación de la novela homónima publicada en 1989 por John R. Lansdale, inspirador también de esa delirante Bubba Ho-Tep (2002) que marcó el renacimiento creativo de Don Coscarelli. Frío en julio podría ser la pariente pobre de la familia de películas como Fargo (1996), Un plan sencillo (1998) o Red Rock West (1993): un neo-noir con calculado punto de excentricidad, ubicado en ámbitos alejados del entorno urbano donde nuevas modulaciones del mal conviven con la pervivencia y eco del western y el gótico americano.

FRÍO EN JULIO

Dirección: Jim Mickle.

Intérpretes: Michael C. Hall, Sam Shepard, Don Johnson, Wyatt Russell, Nick Damisi, Vinessa Shaw, Tim Lajcik, Lanny Flaherty, Joseph Harrell.

Género: thriller. Estados Unidos-Francia, 2014.

Duración: 110 minutos.

Puntuada por giros de guion que transforman radicalmente la historia —de una trama de acoso se pasa a una excéntrica investigación marginal para desembocar en una expiación trágica—, Frío en julio quiere evocar, desde su algo torpe banda sonora, el cine de John Carpenter pero no logra medirse con ese modelo. El trío que forman Sam Shepard, Michael C. Hall y Don Johnson contrapesa con carisma el déficit final de pathos.

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