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Joan Vinyoli, esencial y concreto

Un acercamiento, en su centenario, al poeta catalán que abrió la puerta a la modernidad

El poeta Joan Vinyoli.
El poeta Joan Vinyoli. Fondo Vinyoli (Ajuntament de Santa Coloma de Farners. ACSE

1. Menos fastuoso. Más íntimo que el año de Salvador Espriu se extingue ahora el año de Joan Vinyoli, centenario del nacimiento de uno de los grandes poetas catalanes del siglo XX (Barcelona, 1914-1984). Esa modestia conviene a una obra que se construyó como una búsqueda minuciosa, nunca estridente, del sentido de la existencia en el mundo contemporáneo; un mundo no precisamente amable en la Cataluña y en la España en que le tocó vivir. Sus primeros libros muestran el magisterio de Carles Riba y, a través de este, del Rilke de los Nuevos poemas (poeta al que Vinyoli tradujo al catalán años más tarde): De vida y sueño(1948) señala ya, desde su título, la concepción del poema como una segunda realidad, en la vigilia se mira para encontrar su rastro intemporal: "Solo ante ti, encendida lejanía / reveladora, dime el secreto / que vela ante ti. / Silencio".

2. El segundo Vinyoli. A partir de Realidades (1963), está más atento al mundo material pero siempre ajeno a la consigna o a la protesta obvia: "He decidido escribir / poesías concretas. Envejezco, se necesitan / realidades, no humo. —Y sin embargo, un humo / ahora me enturbia…". En el "sin embargo" reside la sublime consciencia de Vinyoli, porque en el poeta siempre habrá ese "humo", que es a la vez dificultad de mirar las cosas como si fueran solo cosas y la necesidad de prestarles atención como revelaciones cegadoras en su evidencia.

3. Sustento. No tuvo una vida desahogada. Su padre, que era médico, murió en 1919, dejando a la familia en una situación precaria. Vinyoli trabajó muchos años en la editorial Labor; su formación autodidacta y la dedicación a la escritura en las horas de asueto (los domingos y los veranos) lo muestran como un hombre llamado a la poesía como a una vocación espiritual. El extraordinario 'El mecánico y su familia' es un autorretrato en el que, en medio de la plaza soleada y bulliciosa, el poeta se ve solo, "meditabundo, / me embebo de tiempo, trafico con la resonancia / de las campanas muertas…". Vinyoli alcanza en esos momentos una intensidad no menor a la de los grandes elegiacos italianos del siglo XX, como Montale y Sandro Penna.

4. Obra reunida. La mano del fuego (Candaya, 2014) es una antología que, en pocas páginas y en edición bilingüe, da un panorama nítido del recorrido de Joan Vinyoli. Seleccionada y prologada por Jordi Llavina, quien lo considera “acaso el más grande de los poetas que ha dado la lengua catalana durante el siglo XX”, los poemas fueron traducidos magistralmente por Carlos Vitale. La cuidadísima prosodia de Vinyoli, hecha de una dicción clara pero nunca obvia, escandida como para que la lectura fluya pero a la vez se detenga a paladear cada línea antes de pasar a la siguiente, pasa intacta al verso castellano gracias al magnífico trabajo de Vitale. Por ejemplo, el impresionante 'Castañada con lectura de poemas y un muerto en accidente': "Pero ¿quién es, que no fue invitado / y comparece de pronto, inesperadamente, / como el que se equivoca? /[...] Resucitado conejo lleno de pintura / roja, en desollado estremecimiento, / decapitado pollo dando unos pasos / horribles hasta caer en el gran charco".

5. Modernidad. Vinyoli es el eslabón imprescindible entre los grandes poetas que abren la modernidad —Riba, Carner, Foix— y la figura genial que cierra el siglo XX en la lírica catalana, Gabriel Ferrater. Porque Vinyoli transita desde una aproximación metafísica al registro de la experiencia moral de un hombre de su tiempo en un mundo concreto y complejo. Eso es lo que convierte a La mano del fuego en un libro esencial, que trae una voz todavía fresca.

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