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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Internet

Me ocurre algo muy extraño que tendría que ser muy normal y es que disfruto de una larga y gozosa comida con los amigos del alma sin que nadie ponga el móvil en la mesa

Carlos Boyero
Kim Jong-un
Kim Jong-un

Me ocurre algo muy extraño que tendría que ser muy normal, en nombre de la racionalidad, de no creer que encontrarás cotidianamente el paraíso a través de esa adicción, tan peligrosa como el caballo, de estar conectado permanentemente a esas cosas tan útiles que a mí me provocan miedo llamadas tecnologías emergentes (lo de emergentes me suena muy raro, pero dicen que ese es su correcto nombre) y es que disfruto de una larga y gozosa comida con los amigos del alma desde la juventud sin que nadie ponga el móvil en la mesa, dedicándonos a hablar de las cosas verdaderamente importantes, las mujeres, el cine, los libros, la música y, cómo no, el siniestro estado de las cosas, a reírnos, a poner a parir al prójimo que se lo merece, a sentir la vieja complicidad después de cuarenta y tantos años.

Siendo gente famosa y con genes transparentemente marcianos, uno de ellos sobrevive sin esfuerzo a pesar de no tener teléfono móvil, otro prescinde de Internet, el tercero sí está familiarizado con esas trascendentes cosas pero es tan generoso que pasa de ellos cada vez que nos reunimos. Y es insólito porque cada vez que me reúno con amigos muy queridos que se han adaptado perfectamente a los nuevos tiempos, me pillo un rebote de la hostia porque no hay forma de que se desconecten en nuestro ocio de ese aparato llamado smartphone que al parecer es fundamental en cada minuto de tu existencia. Y así todo el rato, con la excusa del trabajo, la información, la afición, el cuelgue. Prefiero mi pasado toxicómano a estar enganchado a esa droga tan instructiva y tan dura.

Y constato las cosas apocalípticas que pueden ocurrir mediante ese medio de comunicación (¿o incomunicación, o de todo un poco?) llamado Internet. Resulta que los piratas informáticos que han ofrecido su vida y su alma, o simplemente su supervivencia al esperpéntico Kim Jong-un, ese personaje que podría protagonizar un cómic delirante e interminable, han hecho públicos todos los secretos de la superpoderosa Sony, e incluso amenaza a los inocentes espectadores de los cines si se exhibe una película que satiriza al líder, a ese payaso tenebroso, del cual narra la leyenda que ni orina ni defeca, porque se alimenta de fluidos al igual que su santo padre. Y hablan con los delfines. No los envidio.

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