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Las nuevas letras del dolor

Abanderada de una nueva generación de autoras de EE UU, Leslie Jamison rompe el tabú de la escritura sentimental femenina.

La escritora Leslie Jamison (Wahington D.C., 1983).
La escritora Leslie Jamison (Wahington D.C., 1983). Sarah Shatz

Un viejo mantra entre editores sostiene que un libro que reúna ensayos diversos, sin un hilo conductor claro, no vende, más aún si éstos, como es previsible, ya han sido publicados en revistas varias. Así que la sorpresa fue mayúscula cuando esta primavera la osadía de la pequeña editorial independiente Graywolf Press se vio recompensada, y la colección de la joven Leslie Jamison (Washington DC, 1983) llegó a la lista de los 10 libros más vendidos en Estados Unidos. Empathy exams (exámenes de la empatía) también ha sido recurrentemente señalado como uno de los libros estrella del año. Su autora ha sido aclamada por la crítica como una de las voces más personales y profundas del panorama literario actual estadounidense.

Lo cierto es que Jamison se había estrenado en 2010 con la novela El armario de la ginebra, publicada este otoño en España por Sexto Piso. Sentada en uno de los despachos del college neoyorquino Cooper Union, donde imparte clases, compara sus dos vidas literarias (ficción y no ficción) con un adulterio: "Han sido como amantes secretos. Cada proyecto surgía en los márgenes". Licenciada en Harvard, ingresó justo después en el famoso taller de escritores de Iowa, y terminó instalada en Nueva York. En 2007 su abuela de 94 años enfermó y se trasladó a Los Ángeles para cuidarla, una historia que corre paralela a la narrada en El armario de la ginebra. "Empecé a escribir sobre aquello para dejar testimonio de cómo me sentía. Murió unos meses después, y en un momento dado empecé a imaginar cosas", explica. Jamison decidió fabular en torno a una tía suya desvinculada totalmente de la familia. Las vidas de las tres protagonistas (abuela, nieta y tía) aparecen teñidas de alcohol, dolor y cruda desesperación.

La relación irónica con el dolor se sostiene en el miedo a ser vista como una mujer escritora obsesionada consigo misma Leslie Jamison

Con un metro ochenta de estatura, un tatuaje en latín en su brazo izquierdo ("soy humana, nada me es ajeno"), discretos modales y mirada directa, Jamison lleva en su bolso de vivos colores todo lo que necesita para escribir: su ordenador, una pluma y un cuaderno para anotar las ideas que le asaltan. A menudo trabaja en el tren camino de Yale, donde cursa un doctorado, o en Paragraph, el club de escritores próximo a Union Square. Dice que de niña escribía antes de incluso poder hacerlo ella sola: les dictaba cuentos a sus hermanos, por ejemplo uno sobre un viaje a Europa de su hámster. Entre las influencias en su primera novela cita Vía revolucionaria, de Richard Yates ("fue un recordatorio de por qué hacía lo que hacía, ese libro ejerce el mismo tipo de poder que yo quería expresar"). Y ¿no hay algo de realismo sucio en las desgarradas escenas de El armario de la ginebra? "Está cerca de mi intento de retratar las múltiples texturas de una vida y los detalles grotescos. ¿Qué implica vivir dentro de un cuerpo? ¿Cómo se impone el mundo físico? En su ficción Carver encuentra momentos de profunda intimidad entre personas. Los encuentros fortuitos son algo que también me fascina de su obra. La mejor escritura persigue lo más urgente y orgánico".

La desinhibición en los textos de Jamison la acerca a otras autoras contemporáneas, y ella habla del deseo de "honrar todas las partes implicadas en una experiencia sexual, incluyendo cosas que hasta ahora se consideraban degradantes". Pero más allá del plano físico, o de su certero ojo crítico, el nudo nervioso que conecta el conjunto del trabajo de esta escritora es su decisión de abordar el dolor de frente, y de forma inteligente. "Se puede ser abiertamente intelectual y dejar sitio al plano emocional", argumenta, y alude a los retos estéticos y problemas prácticos de estructura. "Las experiencias personales pueden tener un sitio en los ensayos, y eso al final resulta más sencillo que empeñarse en mantenerlo todo separado en compartimentos estancos".

Jamison reclama un territorio que hasta ahora estaba de alguna manera vedado a las mujeres que escribían "en serio": demasiados sentimientos y emociones las condenaban a quedar atrapadas en la pegajosa etiqueta de escritura femenina. Si Roland Barthes sentenció que "lo indecente ya no es lo sexual sino lo sentimental", esta americana decidió tirarse de frente contra ese muro de resistencia: “Detrás de cada narración sentimental existe la posibilidad de otra, mejor hecha, más fiel al grano fino y a las contradicciones de la experiencia humana”, escribió en un debate sobre el asunto en The New York Times.

No es un problema de temas sino de maneras. Jamison defiende que no hay asuntos prohibidos, se puede escribir sobre sentimientos y dolor y no resultar cursi, ni ñoña, ni morbosa. La clave para Jamison está en alcanzar la precisión, las palabras exactas. "Me encuentro en un embrollo. Estoy cansada del dolor de las mujeres y también estoy cansada de la gente que está cansada de ello. Sé que la mujer que sufre es un cliché, pero también conozco a muchas mujeres que todavía sufren. No me gusta la proposición de que las heridas femeninas son viejas; eso me hiere", escribe en una de las piezas de Empathy Exams. Allí también denuncia la postura descreída que muchas chicas adoptan: "Se guardan contra esos momentos en que el melodrama o la autocompasión revienta las cuidadosas costuras de su intelecto, exponiendo la vergüenza del egocentrismo sin autoconciencia".

Hay muchas mujeres merodeando alrededor de un feminismo comercial, que no son rebeldes, y luego hay material excepcional Barbara Probst Solomon

Jamison reivindica la autenticidad de los sentimientos y analiza con precisión quirúrgica la empatía. "La relación irónica con el dolor se sostiene en un miedo a ser vista como una mujer escritora obsesionada consigo misma", explica. ¿Se trata, entonces, de una nueva defensa del papel de las mujeres en la literatura? "El feminismo ha vuelto a la conversación cultural, y la idea de que una mujer puede ponerlo todo encima de la mesa va cobrando fuerza", admite. Frente a esto, la veterana escritora Barbara Probst Solomon apunta por teléfono un matiz importante: "Hay muchas mujeres merodeando alrededor de un feminismo comercial, que no son rebeldes, y luego hay material excepcional".

En su batalla Jamison no está sola, un nutrido grupo de jóvenes escritoras estadounidenses ha saltado al primer plano y sigue este sendero, cuyo mapa original remite a Joan Didion, la gran maestra del ensayo personal. Ahí están Ariel Levy y su conmovedor relato de su aborto en Mongolia, o Kristin Dombek y su historia de drogas y excesos en Brooklyn. Los titulares hablan de una "edad de oro de los ensayos escritos por mujeres".

"Un año como este en el que han aparecido la colección de Jamison, On immunity (sobre la inmunidad), de Eula Bliss, y The unspeakable (lo inefable), de Megan Daum, representa un punto de inflexión”, apunta en una entrevista el escritor, crítico y profesor de Literatura, Benjamin Anastas. "Una tendencia es algo pasajero —como el minimalismo de los ochenta o la ficción sobre vampiros de hace unos años—, pero la autoridad que han demostrado tener estas mujeres me parece que es algo que permanecerá, no hay marcha atrás, ni es algo que pueda ser menospreciado como un marketing posgirls", añade en referencia a la serie televisiva de Lena Dunham, la misma joven cuyo libro de ensayos alcanzó cifras millonarias antes incluso de ser escrito y que ha sido uno de los bombazos del otoño en EE UU. "Una de las cosas más atractivas de esta nueva generación es lo poco que parece que le importa cómo va a ser percibida", añade Anastas. "Todas crecieron después del lanzamiento del album de 1994 de The Hole, Live thourgh this (sobrevive a esto). Oigo a Courtney, de distintas maneras, en todas ellas”.

Evan Ratliff, fundador y director de la editorial digital The Atavist —especializada en artículos de largo aliento y ensayos—, habla de cómo la Red ha abierto las puertas a un abanico más amplio de escritores —entre ellos, el grupo de mujeres jóvenes—, pero se resiste a poner ahí el acento: "Esta es una era de escritura confesional, piezas altamente personales, y hay gente excepcionalmente buena, gente que es certera y brillante a la hora de conectar ideas en sus textos".

El nuevo reto de Jamison es un libro que recogerá su tesis doctoral sobre las adicciones y el arte de contar historias. Un trabajo en el que aparece, por ejemplo, David Foster Wallace. Ella sigue buscando un eco en el dolor, pero no para alcanzar un final feliz y redentor, sino para encontrar compañía: "La ficción y la no ficción te ayudan a generar empatía".

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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