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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

426 euros

En política electoral está ya casi todo inventado y los estudiosos del sistema de signos mediáticos saben que las ofertas de subsidio, cheques e incentivos logran un eco resonante entre los votantes

David Trueba
Soraya Sáenz de Santamaría en Afganistán
Soraya Sáenz de Santamaría en Afganistán

La campaña electoral quedó inaugurada con la presentación del subsidio para parados de larga duración. 426 euros durante seis meses, ligados a la búsqueda activa de empleo y a condiciones de precariedad con antigüedad en el paro. Los agentes sociales y el gobierno, todos tocados por el clima de desprestigio institucional, están hambrientos de fotos así de alentadoras. Al final, en política electoral está ya casi todo inventado y los estudiosos del sistema de signos mediáticos saben que las ofertas de subsidio, cheques e incentivos logran un eco resonante entre los votantes. Lejos aún del salario biológico, ese sueño inalcanzado de cobrar sencillamente por que alguien te nació un día, lo que se lanzan son propuestas intermedias. A algunas de ellas se les llama populistas, pero el uso de ese término es erróneo, porque populistas son todas.

El plan del gobierno tiene una duración de un año y puede descontarse del salario si alguien encuentra trabajo en esos meses de percepción. El coste, mirado con cierta comparativa provocadora, no es demasiado alto para el Estado. Con lo que ha tenido que desembolsar para las trampas contables de Bankia podría mantener esta ayuda durante 22 años. Algo así como un plan Pive que en vez de incentivar la venta de automóviles alivia a seres humanos desamparados. Si finalmente el gobierno recupera el cheque bebé o similar premio a la natalidad, cantaría feliz bajo el mismo chaparrón que cuando lo provocaba Zapatero era tildado de propagandístico.

Ver a la vicepresidenta Soraya Sáenz el mismo día, en la visita navideña a los soldados españoles desplazados en Afganistán, ayuda a disparar la rumorología que la sitúa deshojando la margarita entre seguir siendo la cabeza gestora del gobierno o convertirse en cartel electoral local. Rajoy no se desdijo de sus palabras del jueves pasado, cuando afirmó que la crisis es ya historia, sino que le sumó un matiz cuatro días después para decir que ese presente radiante aún tiene que llegar al bolsillo ciudadano. En los medios lo dicho, dicho queda. Y una declaración logra su objetivo aunque después sea matizada y hasta negada o incluso si hay que pedir perdón por ella. Vuelven tiempos de alegría, la tristeza es historia, estamos en campaña.

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