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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nueva literatura del horror

La narrativa que habla sobre las dictaduras latinoamericanas no está destinada a contribuir al consenso, sino a desarticularlo

Patricio Pron

“Más vale un final con horror que un horror sin final”, afirma un refrán alemán, pero es evidente que, en relación con la iniciativa para la coordinación de la detención y asesinato de activistas políticos en América Latina conocida como Operación Cóndor, el final con horror es un horror cuyo final sigue sin estar próximo. No importa cuánto se haya avanzado en materia de derechos humanos en la última década en países como Argentina y Uruguay, ni la confrontación con su pasado de países como Bolivia, Paraguay, Chile y (más recientemente) Brasil: cada fosa común que es descubierta supone un alivio parcial y la constatación del hecho de que decenas de otras no han sido halladas todavía; cada persona nacida en cautiverio cuya identidad es restituida pone de manifiesto los muchos casos que aún quedan por resolver, la identificación de unos restos humanos pone nombre y unos datos mínimos a una historia personal que no puede ser comprendida, que terminó trágicamente y que nos concierne a todos.

Aunque nos gusta pensar que la historia literaria avanza mediante continuidades, la verdad es que lo hace a través de enfrentamientos y rupturas: en los últimos tiempos, y acompañando la adopción de los derechos humanos como política de Estado en países como Argentina y Uruguay, ha surgido en esas naciones un nuevo tipo de literatura que no renuncia a producir efectos estéticos, pero se articula en torno a una causa “superior”, la autobiografía o la intervención en el debate acerca de verdad, memoria, justicia y la forma en que los tres elementos se relacionan. Este “nuevo” tipo de texto no pretende simplificar la representación literaria del pasado y se desvincula explícitamente de su interpretación “oficial”: en ese sentido, opera “contra” el sentido común y es a menudo incómoda, incluso para sus propios autores. No parece necesario agregar que se trata de la literatura más interesante que se produce en América Latina en estos momentos y la única que no ha renunciado por completo a una actitud de resistencia ante la lógica mercantil que preside su circulación, más allá de las fronteras nacionales. Esta “nueva literatura del horror” no está destinada a contribuir al consenso, sino a desarticularlo, a sabiendas de que se debe hacer un esfuerzo sostenido para evitar la “musealización” de la memoria política, para evitar que el horror que vivimos tenga un final algún día.

Patricio Pron es escritor argentino. En El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011) narró las consecuencias del activismo político de sus padres en ellos y en su familia.

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