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Pequeñas vacaciones con la Virgen

Millones de peregrinos de todo el país se reúnen en la Basílica de Guadalupe para conmemorar 483 años de la imagen

Peregrinos llegando a la Basílica de Guadalupe
Peregrinos llegando a la Basílica de GuadalupeSAÚL RUIZ

Desde el pasado 8 de diciembre Miguel Ángel salió de Atlixco, Puebla con 500 pesos (33 dólares) en la bolsa. Junto con su esposa y unos primos se alistaron para caminar los 145 kilómetros que los separan de la Basílica de Guadalupe, el segundo templo católico más visitado del mundo, sólo después de San Pedro. Llegaron cuatro días después para acampar en la explanada y esperan a las 23.00 horas del 11 de diciembre para cantar y agradecer a la Virgen de Guadalupe durante la conmemoración de su aparición, hace 483 años.

No es la primera vez que vienen. Fue en 2006 cuando decidieron hacerlo para ver si era como les habían contado. Fue mejor. Miguel Ángel prefiere perder los 1.200 pesos (81 dólares) que le pagan a la semana por trabajar en una tienda de materiales de construcción que dejar de venir a un lugar en donde se siente relajado. “Son como unas pequeñas vacaciones, para despejarte”. Esta es la única vez que salen de su pueblo en el año.

Por la Calzada de Guadalupe van llegando las personas en grupos o en solitario. Como si de un uniforme se tratara, todos cargan una mochila con una manta enrollada, una camiseta o un cuadro con la imagen de la Virgen o una réplica de hasta dos metros de altura. Algunos de ellos van descalzos o de rodillas. Antonio, de 18 años, va de rodillas por el bulevar diseñado para esta peregrinación en el carril central, que es más liso que los costados. Jonathan, su acompañante, hizo el recorrido así cuando tenía 11 años. Para él hacer el ritual le llena de satisfacción y es una manera de agradecer y pedir perdón por las faltas que haya cometido durante el año.

No todos llegan a pie. Muchas personas vienen en bicicletas adornadas con globos y una imagen de la virgen sobre la espalda. Johnny de la Rosa, de 20 años, viene pedaleando desde Tlaxcala, a 140 kilómetro de la capital. Tardó 12 horas en llegar. Lo acompañan algunos amigos, su abuela y su madre que vienen en uno de los camiones que los custodian por la carretera. “Es cansado, pero lo volvería a hacer”, sentencia el muchacho antes de sentarse en el piso a descansar un poco e ir a buscar algo de comida.

En los alrededores de la Basílica, por donde se acercan los peregrinos, hay gente que les ofrece agua y alimentos para aminorar el viaje. La familia de Víctor Miranda lleva 20 años organizándose con más familias de su barrio en Naucalpan, en la periferia de la Ciudad de México, para juntar 20.000 pesos (1.350 dólares) y llevar 300 kilos de carnitas (carne de puerco), 200 de tortillas y 100 litros de agua para regalar a los visitantes que a veces no comen más que eso.

Una manta con el rostro de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala cuelga de la pared entre dos lugares designados para prender veladores y pedir favores a la Virgen de Guadalupe. “Los ponemos en tu corazón de madre”, dice el resto de la manta. Marcela Vallecillo, voluntaria de la Basílica, dice que este hecho motivó que los 12 días de oraciones antes de celebrar a la virgen, se dedicaran a la paz y la familia y que en cada misa celebrada se pidiera a los peregrinos tener presente a los muchachos desaparecidos.

La afluencia de personas no se detiene en ningún momento. Como llegan, los peregrinos buscan la entrada a la nueva Basílica, construida por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez en los años 70 cuando la antigua estaba deteriorada y no podía alojar a los 20 millones de visitantes que acuden cada año. Por la parte de abajo del atrio se puede pasar unos segundos frente a la imagen original de la Virgen en una banda eléctrica que no permite pararse para observarlo a detalle. En un día normal se podría pasar por ahí cuantas veces se quisiera; hoy, 7.000.000 de personas quieren mirar hacia arriba y ver, aunque sea unos segundos, el pedazo de tela con una imagen de hace 483 años.

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