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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Swift

La decisión de Taylor Swift de largarse de Spotify con todo su catálogo ha generado una controversia en el mercado musical

David Trueba

La expresión swift responde a nuestros adjetivos rápido, veloz, presto, ligero. No existe pues una palabra más de actualidad en nuestro mundo, en el que las cosas suceden a velocidad de relámpago con poca propensión a dejar rastro o huella permanente. Es también apellido ilustre de escritor y ahora de la cantante Taylor Swift, número uno en las listas del pop desenfadado, etiqueta que va desde el talento a la superchería, casi como en cualquier género. La decisión de Swift de largarse de Spotify con todo su catálogo ha generado una controversia en el mercado musical. La plataforma de escucha musical creada por el sueco Daniel Ek es la más frecuentada del planeta, con rivales como Napster, Deezer, Grooveshark o iRadio a distancia de sus 20 millones de suscriptores que pagan una cantidad fija o soportan la publicidad comercial.

Spotify lidera un movimiento exitoso que consiste en incorporar los dispositivos de escucha al equipo de música de los coches. Daniel Ek proviene del sector de la piratería, pero ha logrado consolidar alianzas con la mayoría de empresas discográficas que, salvo los Beatles y otros reacios a participar en el invento, cobran por poner a disposición sus catálogos como solución al mercado musical, en constante descenso de ventas. Hay autores que se quejan de que sus liquidaciones son ridículas tras cientos de escuchas, pero junto a YouTube, que es el canal madre, el verdadero latifundio audiovisual, Spotify es el lugar de exposición y promoción consolidado.

Las discográficas jamás colaboran con la transparencia y el reparto es difuso, aunque se considera que el artista recibe alrededor de un dólar por cada 1.000 descargas en Spotify de una misma canción. La retirada de Taylor Swift con todo su catálogo puede ser un aviso de renegociación a su casa de discos, incluso una forma de promoción mediática. Muchos dicen que volverá cuando su último disco deje de ser novedad de venta. Sea como sea, el mercado virtual sigue expuesto a latigazos que evidencian que aún no ha encontrado la fórmula que satisfaga a todos los implicados. Ni tan siquiera la supervivencia de Spotify está garantizada. Su rentabilidad está en entredicho al margen de su valor de marca. El desánimo de los artistas ante el consumo ligero y veloz provoca vaivenes.

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