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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Anillos

La reforma migratoria de Barack Obama alcanza potencia mediática en todo el mundo porque nos obliga a mirar a la verdad de cara

David Trueba

De Kierkegaard aprendimos que solo una persona desesperada aprecia la verdad de la vida. Pero fue hace 700 años cuando el poeta Dante Alighieri describió el infierno en nueve anillos o estratos. En uno de esos anillos del infierno contemporáneo estuve a principios de los años noventa. Era la dantesca central de extranjería en el centro de Los Ángeles. Allí se aglomeraban cada amanecer cientos de historias de desamparo, ausencia de justicia, inatención y esperanza. Aquellos desesperados era evidente que conocían la verdad de la vida mejor que cualquiera de nosotros al otro lado de la valla. Por eso la reforma migratoria de Obama alcanza la potencia mediática en todo el mundo, porque nos obliga a mirar a la verdad de cara.

La frontal oposición de sus adversarios políticos remite a la retórica contra la concesión de papeles para inmigrantes ilegales en la que fue la más memorable victoria del gobierno de Zapatero. En ambos casos, los beneficiados directos son personas que después de años seguían exprimidos en una sociedad que les negaba la categoría de ciudadanos. Con su habitual elocuencia, Obama ha utilizado los ejemplos de una niña que tras años de ilegalidad alcanza una mejor vida y puede regalar a los Estados Unidos el fruto de su formación de manera abierta e igualitaria. También el de una mujer que lleva más de dos décadas sin viajar a su país de origen por temor a no poder entrar de nuevo a la ciudad donde ha levantado su vida y ahora quizá podrá reunirse con su madre antes de que ella muera. La narrativa sigue siendo la mejor fórmula para visualizar el infierno cuando el esfuerzo de los opositores a la reforma se sostiene en que no miremos más allá de nosotros mismos y seamos incapaces de poner cara y biografía a lo que sucede al otro lado del jardín.

La política, un ejercicio que está de plena actualidad tras algunas de décadas de adormecimiento y desprecio dañino, vuelve a alzarse como el único recurso para lograr mejoras en la sociedad. Ni enormes ni definitivas, pero quizá también sería bueno que comprendiéramos sus limitaciones para exigir lo posible y lo decente frente a lo absoluto. Los desesperados, pues, nos ayudan a apreciar la verdad de la vida.

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