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CRÍTICA | DANZA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que queda del carbón

Un momento de 'Ruhr-Ort'.
Un momento de 'Ruhr-Ort'. Bettina Stoess

Recientemente Susanne Linke afirmaba respecto a la conservación de un repertorio moderno que se debía tener en cuenta todo lo que tuviera calidad. Pues bien, Ruhr-Ort reúne los requisitos para mantenerse intelectualmente en ese repertorio activo de modo que los espectadores de hoy tengan oportunidad de acercarse a este cuadro neotenebrista,duro y con un ritmo trepidante, pero siempre debiendo ser vista como un producto muy de su década y del gusto escénico de entonces. La estética de estos "hombres duros" de hoy no es ni por asomo parecida a los de 1991, fecha del exitoso estreno mundial, y de lo que salió esa gira internacional que duró casi cuatro años. La mina nunca fue tampoco un vergel, sino un sitio de fogueo y hasta de figurado sacrificio. En algunas mitologías, el trozo de carbón extraído de la mina, al llegar a la superficie, se convierte en oro. Y esto, metafóricamente, pasa con el trabajo coréutico de Susanne Linke, que escarba hasta encontrar lo cristalizado, lo que podría ser perenne.

RUHR-ORT

Coreografía y escenografía: Susanne Linke; música: Ludger Brümmer. Compañía Renegade in Residence (Schauspielhaus Bochum). Teatros del Canal. Hasta el 15 de noviembre.

La distribución original de 1991 tenía tres actores y tres bailarines; en la actualidad, todos proceden del baile, más o menos, y la plantilla ha sido ampliada por la propia Linke de seis a ocho elementos, cinco de ellos entrenados convencionalmente en escuelas de danza moderna (entre ellos dos cubanos y un colombiano) y contemporánea; y tres de ellos procedentes de ritmos urbanos (figuran un egipcio, un natural de la propia Bochum y un deportista de Colonia), los llamados "b-boys". El nivel de baile de este grupo es discreto y respira por su emergencia, dando lugar a explayarse en ese humor cáustico, a la aspereza del ambiente y a la bruma de óxido que parece cubrir el espacio. Naturalmente, hay cosas que han cambiado en la propia lectura coreográfica, y otras permanecen como sus señas de identidad y de estilo.

En 1991 se sabía perfectamente en la Alemania recién reunificada (y esto viene a cuento estos días con las celebraciones de la caída del Muro de Berlín) cómo iba a ser el destino de la industria, la minería y hasta las fábricas de conservas del este, una crisis que se debía pasar y superar, con un tan necesario como histórico buen fin, que arrastró a zonas del oeste, y era el caso de la ya tocada entonces cuenca del rio Ruhr, donde está Bochum y sus minas de carbón (algunas son hoy día algo así como una atracción turística). Por eso hay algo de canto premonitorio y de ahí la gravedad del tratamiento coral, concertante por despiadado, y donde hay un retrogusto muy sanguíneo por la marcialidad, como si la conciencia de grupo fuera la única tabla de salvación de la comunidad. En el plano técnico, la reconstrucción de Renegade funciona como un mecanismo de relojería ejemplar, luces, proyecciones, sonido y otros efectos. No había en la sala roja del Canal demasiado público (poco más de media entrada), pero esos espectadores conocedores se alzaron con calurosos aplausos y bravos.

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