_
_
_
_
_
OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nick Cave

Se ha estrenado en cines '20.000 mil días en la Tierra', película ejemplar, en medio de una procesión de éxitos cínicos y elaborados para el gusto reinante

David Trueba
Nick Cave y Kylie Minogue, en '20.000 días en la Tierra'
Nick Cave y Kylie Minogue, en '20.000 días en la Tierra'

Se ha estrenado en cines 20.000 mil días en la Tierra, algo así como una película lírica centrada en el músico y escritor Nick Cave. Si en los documentales sobre estrellas de la canción siempre pesa demasiado la zarpa promocional, en este caso la lectura culmina en un autorretrato. Dirigido con enorme gusto por Iain Forsyth y Jane Pollard, la escritura de Cave vehicula la función. Allí aparece nada más levantarse de la cama, tecleando en su máquina de escribir, vestido con su coquetería particular desde los anillos a las cejas y el pelo tintado de negro. Apto para quienes no tengan miedo a escuchar las reflexiones de un músico que se reconoce en el personaje ficticio inventado sobre el escenario al que es adicto, pero contraindicado para los que necesiten una dosis excesiva de compromiso social o de documento del mercado.

Desde el título hay una descarada confesión de Nick Cave por declarar cada día como nuestra única patria. Nacido en Australia y viviendo bajo el clima pérfido de Brighton, sabe mucho del asunto. Para Cave, clima es estado de ánimo, pero en una de las declaraciones más bellas de la película, junto a la evocación del encuentro con su pareja actual, sostiene que no tenemos un solo día para desperdiciar, y las ideas solo alcanzan a revelarse cuando son puestas en práctica.

Es, pues, la historia de un hombre que hace cosas, que graba canciones, que las interpreta, que escribe y colecciona fetiches en un museo imaginario y barroco presentada a través de personajes cercanos que dialogan con el protagonista entre pequeños atisbos de la construcción de una canción.

Es una película ejemplar, en medio de una procesión de éxitos cínicos y elaborados para el gusto reinante, que se declara no ya personal, sino intransferible. Pero lo mejor de ella es que transmite la más alta categoría del artista, ese que se declara con sencillez como un tipo que hace cosas y en el intento transmite unas enormes ganas de hacer cosas a quien le mira. Su sombra prolonga a Johnny Cash y el mejor Lou Reed, pero se ha convertido en alguien único por lo innegociable de su puesta en escena tras un empeño que ya dura veinte mil días en la Tierra.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_