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Kerry Washington: “Scandal’ es una bestia enorme”

La actriz es la quinta intérprete mejor pagada de la televisión estadounidense

Si Kerry Washington no se dedica a la política es porque no quiere. La actriz, de 37 años, es la primera en decirlo. La política no le interesa lo más mínimo, pero nadie calza los zapatos de Olivia Pope, la experta en gestión de crisis que protagoniza Scandal, mejor que Washington. La tercera temporada de la serie se emite los miércoles en Fox Life (22.00), mientras que los domingos se puede ver la segunda entrega en Divinity (22.00).

Desde que arrancó la ficción en 2012, la intérprete mira las noticias de otra forma, preguntándose qué haría Olivia ante cada escándalo. O mejor aún: “Me pillo siguiendo las informaciones intrigada de si Judy les estará echando una mano”, comenta a EL PAÍS. Habla de Judy Smith, exsecretaria de prensa del presidente George Bush y al frente de la empresa consultora utilizada por figuras como Mónica Lewinsky. En ella se inspira el personaje de Olivia Pope y de ella Washington aprendió todo lo que necesitaba para esta popular serie. “Si yo estuviera en crisis, si me pillan en medio de un escándalo, es lo primero que haría: llamarla. Pero no lo veo probable”, dice.

El único escándalo que rodea a Washington es una popularidad tan fulgurante como la de su serie. “Olivia ha cambiado mi vida”, admite una intérprete que siempre tuvo a gala desaparecer en sus papeles, ya fuera en Ray, en El último rey de Escocia o, más recientemente, en Django desencadenado. También desaparece en su vida real: mantuvo su matrimonio con el jugador de fútbol americano Nnamdi Asomugha en secreto durante más de un mes. “Scandal es una bestia enorme que he tenido que domar porque la gente se relaciona de otra forma con la televisión”, indica. “Olivia es también el personaje con el que llevo más años de convivencia. ¡Más años que con la mayoría de los hombres que han formado parte de mi vida!”, añade.

Son tiempos de cambio para ambas. Sin revelar el rumbo de esta temporada —sostiene que no lo sabe—, Washington admite que su personaje está intentando ser una nueva persona, “tan libre de escándalos” como le sea posible. “Ese es su mayor problema. Es la que mejor gestiona las crisis de los demás, pero su vida personal es terrible”, se ríe la actriz. En su opinión, ese es también uno de los grandes atractivos de la serie: el tono de opereta donde todo lo que ocurre supera con creces la realidad. “Si yo tuviera ese tipo de vida ya estaría en un manicomio”, agrega, dejando que la risa domine la conversación. “Un día, una azafata no me dejó montar en el avión hasta que no le prometiera que nunca le sería infiel al presidente Fitz [Tony Goldwyn]. Le tuve que recordar que yo no escribo la serie y que el presidente está casado así que ¿quién está poniendo aquí los cuernos?”.

En la realidad, Washington es una fiel seguidora del presidente Barack Obama, miembro de su comité en defensa de las artes y también parte del movimiento V-Day, de lucha contra la violencia machista. “Llámame vendida, pero pienso que Obama está haciendo un trabajo extraordinario en un momento muy difícil. No recuerdo un presidente que haya hecho frente a tantas crisis a la vez, en EE UU y en el extranjero. ¡Y me gradué en Historia!”, asevera. En sus convicciones políticas Washington no ha cambiado nada, pero la quinta actriz mejor pagada de la televisión reconoce que en estos años de Scandal son muchos los cambios personales. Con Olivia ha aprendido a vestir, a andar con otra seguridad, a seguir las noticias de otra forma.

También se ha dado cuenta de la importancia de las redes sociales porque, como subraya, no las tiene todas consigo de que Scandal hubiera sido lo que ahora es de no ser por su acogida en Twitter. “Ophra [Winfrey] me reconoció que se puso a ver la serie porque no dejaba de ser trending topic. Por eso nos llevó a su programa y eso nos abrió todas las puertas”, cuenta la intérprete, dos veces candidata al Emmy. Pero el cambio más importante en su vida, ese por el que da las gracias a Scandal, es su reciente capacidad de mantener la calma. “Gracias a Olivia ya no entro en pánico con tanta frecuencia. Me ha enseñado a aguantar lo que me echen, algo que probablemente me serviría de mucho de dedicarme a la política. Pero eso no es algo que me interese”, remata quien prefiere limitar su activismo a las urnas y su trabajo, a las cámaras.

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