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universos paralelos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Desde un país extraño

Si algo caracteriza a nuestra crítica musical es la incapacidad para afrontar el ‘mainstream’

Diego A. Manrique
Portada del 30 aniversario de 'Rockdelux'.
Portada del 30 aniversario de 'Rockdelux'.

Merece calurosas felicitaciones y se reiteran desde aquí: el mensual Rockdeluxconmemora su 30 aniversario. En realidad, debería celebrar los 40 años ya que desciende directamente de la legendaria Vibraciones. Pero no compliquemos más las cosas: RDL ha lanzado un grueso número especial que resume lo cubierto por la revista entre 1984 y 2014.

Junto al repaso año por año, se realizó una macroencuesta entre músicos sobre RDL. No se lo pierdan, encontrarán a un Calamaro insospechadamente diplomático y un Loquillo enquistado en su monotema: yo, mí, me, conmigo. Otros se disparan en el pie: Christina Rosenvinge informa que usaba viejos ejemplares de RDL para que empaparan una gotera casera; El Zurdo asegura que no lee prensa musical “desde que Ramón de España dejó de dirigir Vibraciones”. Como es costumbre de la casa, el grueso se consagra a una clasificación: los mejores 300 discos de esos treinta años, fruto de las votaciones de ciento veinte colaboradores, presentes o pasados, a los que se les solicitó una selección de 50 títulos. Al primero se le otorgaban 50 puntos, al segundo 49 y así.

Un servidor siempre sufre antes esas peticiones: dudo entre optar por obras musical, política y socialmente significativas o tirar por títulos que he disfrutado sin más. Aquí preferí la segunda solución, que además reflejaba cierto impacto colectivo: elegí los discos que más he escuchado, incluso en casas ajenas, la radio, los locales. ¡No, rectifico! En los lugares a los que acudo, jamás pincharon el álbum que coloqué en lo alto de mi lista: 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina.

Veo en redes sociales que mi opinión se ha interpretado en clave de provocación. Y no. Tampoco fue una votación táctica, como la realizada por compañeros que colocaron en sus tres primeros puestos —los que acumulaban más puntos— diferentes discos de un mismo artista: lo hizo Iñaki Zarata con el cantautor Mikel Laboa y Oriol Rossell con los ruidistas de Whitehouse.

Y les ha funcionado: un disco de ambos se ha colado entre los 300 que son comentados en el especial. No ocurre así con mi selección principal: ni 19 días y 500 noches ni ningún otro trabajo de Sabina aparecen en el cómputo final.

Dos explicaciones razonables. Extrapolando la presencia de discos muy especializados, podría sospechar que los responsables de RDL han decidido prescindir de Sabina. Sssh, que nadie se escandalice: he visto en otras revistas cómo se acicalaban los resultados de consultas similares. Una prerrogativa que obedece a objetivos a corto o largo plazo, incluyendo la necesidad de que los lectores se reconozcan en ese espejo que es la publicación. Asumo que Joaquín está verboten en el universo RDL; hasta se le dedicó un memorable editorial, titulado “Traga quina, Sabina”. Aparte, su deriva en los quince últimos años no ayuda precisamente a reivindicar su figura como creador de canciones.

Segunda posibilidad: que nadie haya sumado puntos a mis 50 para 19 días y 500 noches. Aunque legítimo, eso resulta más inquietante. Sabina nos había acostumbrado a unos discos feos de presentación, irregulares en contenido, infelices en producción... hasta que se redimió en 1999. Se halló fugazmente en estado de gracia pero ¿se enteró el estamento crítico? Si algo caracteriza a nuestra crítica musical es la incapacidad para tratar el mainstream. Existe un abismo entre los gustos masivos y los de los prescriptores y, advierto, no ocurre así en la prensa de Francia y Italia, mucho más abiertas.

Ese esnobismo explica nuestra irrelevancia, nuestro fracaso total en conectar con el gran público. Leyendo el especial de RDL he tenido la incómoda sensación de que no se trata de un producto español. Procede de un país imaginario, un territorio proteico cuyas fronteras son redefinidas mayormente por medios como NME, Mojo, Pitchfork. ¿Nosotros? Somos felices inquilinos de una altísima torre de marfil. Sin necesidad de interactuar con el mundo.

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