_
_
_
_
_

Bromo, el ovejero que espió para todos

Un pastor vizcaíno se suma a la lista de agentes dobles españoles en la II Guerra Mundial

José Laradogoitia con su familia en abril de 1960, en Estados Unidos.
José Laradogoitia con su familia en abril de 1960, en Estados Unidos.

Al más famoso agente doble español, Joan Pujol, Garbo, le ha salido un competidor. José Laradogoitia Menchaca —Bromo, según el nombre en clave aliado; G, para sus controladores nazis— fue una pieza significativa en la guerra de desinformación que ayudó a la derrota de Hitler y del imperio japonés. Los documentos secretos localizados en los Archivos Nacionales de Estados Unidos en Washington permiten reconstruir las peripecias de este agente doble desde Bilbao, un nido de espías alemanes durante los primeros años del franquismo, hasta Estados Unidos.

José Laradogoitia decidió abandonar Urduliz, el pueblo donde había nacido en 1912, días antes de la Navidad de 1930. Quería atravesar el Atlántico para reunirse con su hermano mayor, Tony, que trabajaba de ovejero en Idaho, un Estado poco poblado que había atraído a pastores vizcaínos desde el siglo XIX. En el tiempo que estuvo allí entró en contacto con la delegación del Gobierno vasco y, aunque no ocultó sus simpatías con el Ejecutivo de José Antonio Aguirre, no desplegó un gran activismo político. A pesar del apoyo familiar, su inadaptación le llevó a la cárcel y en el verano de 1941 decidió regresar a España.

Nada más tocar puerto, el jefe de la Gestapo en Bilbao, el capitán George Lang, que se ocultaba bajo el apodo de Emilio, se interesó por él. Reunía todas las cualidades y Alemania necesitaba buenos espías para ganar la guerra: hablaba inglés y contaba con contactos en EE UU para poder vivir allí sin levantar sospechas.

En el pueblo de Laradogoitia

Urduliz es un pequeño pueblo vizcaíno situado en el verde valle del río Butrón a escasamente 20 minutos de Bilbao con la línea 1 del metro. Cuenta con 3.770 habitantes esparcidos por un pequeño núcleo urbano y decenas de vetustos caseríos. Si preguntas por el apellido Laradogoitia, todos ponen cara de incredulidad. Ni siquiera le suena al alcalde, Javier Bilbao, que ofrece la ayuda de Koldo Somokueto, quien trabaja en recuperar figuras famosas del pueblo de la República.

Ágil y meticuloso, Somokueto consulta los envejecidos tomos del registro civil y encuentra la respuesta: “José Laradogoitia Menchaca nació en su casa el 9 de julio de 1912”. Se trata del caserío Antongoena, de dos pisos y construido en la segunda mitad del siglo XVI. Sus actuales inquilinos confirman que son primos de su madre y recuerdan vagamente que en los veranos venían familiares de América.

Lang le reclutó y durante los siguientes dos años le preparó a conciencia. G (de Gernika), su nombre en clave, fue incorporado a la oficina de Bilbao, donde aprendió a cifrar y descifrar mensajes y cartas, y controlar agentes que trabajaban por toda América Latina. Según sus declaraciones, Lang llegó a reclutar unos 60 agentes en Bilbao y sus alrededores, muchos de ellos marineros que servían de correos para el contrabando de información y materias primas. Los barcos con pabellón español eran de los pocos que tenían permiso de tocar puertos americanos por ser España oficialmente un país neutral.

El buen hacer de G impresionó tanto que Lang enseguida le presentó a sus jefes en Madrid y le asignó 2.000 pesetas mensuales de sueldo. Su primera misión fue vigilar el consulado estadounidense en Bilbao y luego infiltrase en él como intérprete, lo que consiguió entre diciembre de 1942 y febrero de 1943. Lang decidió entonces que estaba listo para pasar a la misión principal y enviarle a EE UU.

Antes de embarcar en el vapor Manuel Calvo, Laradogoitia recibió tres cosas: una lista de objetivos, los sistemas de comunicación y un acuerdo económico para incentivar la colaboración. Los alemanes aseguraron una cantidad mensual que sería entregada a sus padres, que además recibieron un adelanto de 25.000 pesetas, “el máximo permitido”. Además, le ofrecieron 1.000 dólares para lograr la colaboración de su hermano Tony y 600 dólares mensuales para sus gastos y compra de lealtades. También se le entregó un documento con 15 prioridades informativas, especialmente todo lo referido a la producción de armamento, unidades del Ejército y fábricas de guerra, sin olvidar cualquier dato que pudiera ayudar a hundir los convoyes con destino a Europa.

Otro elemento imprescindible para el éxito de la misión era asegurar la transmisión de la información. De otro modo, el esfuerzo no valdría para nada. Lang y sus ayudantes no escatimaron en medios. Eran sencillos, bastante más que los que utilizó Garbo, pero flexibles y variados. Primero, distintos sistemas de cifrado para encubrir las informaciones en cartas o mensajes inocentes o en comunicaciones secretas telegráficas o por radio. Segundo, fórmulas para fabricar tintas invisibles con las que ocultar mensajes en cartas que eran enviadas a varias direcciones postales controladas. A partir de 1944 contó con un tercer método: correos humanos embarcados como marineros en buques españoles. Su misión era recoger la información y llevarle dinero e instrucciones a través de microfotografías, un novedoso invento de Berlín que permitía incluir una gran cantidad de información en diminutos puntos.

Emilio Ipez y Pablo Mesa los correos que utilizaba el agente Bromo con los nazis.
Emilio Ipez y Pablo Mesa los correos que utilizaba el agente Bromo con los nazis.

A pesar de todos los esfuerzos de la Abwehr, la inteligencia militar alemana, Laradogoitia estaba decidido a cambiar de bando. Nada más bajar del barco en Filadelfia contó toda la historia a los hombres de Aguirre que, en esa época, colaboraban en labores de información con la OSS —la antecesora de la CIA— y el FBI. Edgar Hoover, director del Servicio Federal de Investigaciones, se dio cuenta enseguida del potencial de Laradogoitia y decidió convertirlo en doble agente, es decir, hacer creer a los alemanes que no había sido descubierto y utilizarlo para transmitirles desinformación que confundiera a los líderes alemanes. Y así ocurrió. A partir de mayo de 1943 y hasta junio de 1945 —ya terminada la guerra en Europa, pero no contra Japón— envió los mensajes que le preparó el Pentágono y el FBI sin levantar las sospechas de sus controladores alemanes.

Bromo fue fundamental en el objetivo de desinformar a Tokio. Así, por ejemplo, el FBI hizo creer a Tokio que la Navy construiría 30 nuevos portaaviones con más de 3.000 aviones por si se alargaba la guerra en el Pacífico. Los controladores aliados fabricaron más de una docena de supuestas fuentes de la información.

Aunque el Gobierno estadounidense no reveló la identidad de Bromo, Hoover no se resistió a apuntarse un tanto político y en octubre de 1945 logró que un tribunal condenara por traición y espionaje a dos de los correos que utilizaba con los nazis. La noticia se publicó en toda la prensa, incluido The New York Times, como demostración de la colaboración de la España de Franco con Hitler, ya que los encausados eran españoles, Emilio Ipes y Pablo Mesa. El primero fue condenado a diez años de prisión, mientras que, el segundo, a tan solo un año y medio y un día gracias a que se declaró culpable y colaboró.

Una vez terminada la guerra, el rastro de Bromo se desvaneció. Informes del FBI lo sitúan en Cuba. En los años sesenta y setenta apareció en el sur de Florida, al frente de una constructora. El último testimonio gráfico encontrado inmortaliza la visita que realizó junto a familiares en 1991 por Las Vegas y el cañón del Colorado. Su partida de defunción señala que murió el 11 de diciembre de 2002 y está enterrado en la localidad de Sayville, en el Estado de Nueva York.

Cifrado de mensajes

Los nazis confeccionaron para Bromo varios sistemas de cifrado para encubrir sus informaciones. Eran fáciles de manejo y versátiles. Primero se tenía que decidir si lo quería enviar camuflado en una carta inocente o se trataba de una comunicación secreta a través de escritura invisible o en cifrada. El mensaje era dividido en grupos de dos letras para luego traducirlas utilizando un cuadro expresamente creado para Bromo. Si el último grupo tenía sólo una letra, se repetía ésta de nuevo. Cuando se utilizaba para mensajes por radio no se usaban la Ñ y la Q. La K reemplazaba a la Q y NH a la Ñ. Cuando la Q estaba omitida, H e I aparecían en cuadros diferentes. En el caso de una comunicación camuflada en el texto de una carta inocente – por ejemplo, a un hermano - requería el uso de las siguientes tablas (con o sin la Q):

1 2 3 4 5
A B C D E 1
F G HI J K 2
L M N O P 3
Q R S T U 4
V W X Y Z 5
1 2 3 4 5
A B C D E 1
F G H I J 2
K L M N O 3
P R S T U 4
V W X Y Z 5

S A L E U N / 43 11 31 15 45 33 / Quer/ ido´ / h / e /rma / n / o- Te- es/crib / o- esta´ / car / ta- c /on ... 4 /3 /1 / 1 /3 /1 / 5 /4 / 5 / 3 / 3 / ...

Los dos dígitos que representan una letra son determinados al seleccionar primero el dígito horizontal opuesto a él y luego el vertical. Los valores de estos números están enmascarados en un texto inocente dejando un pequeño espacio entre las letras. Por ejemplo, si está escondido en “Querido”, la palabra será escrita con una pequeña rotura, la más imperceptible posible, después de la cuarta letra (entre la r y la i – Quer ido). Si la última letra de la palabra es la última letra de un grupo numérico y no es necesario, por tanto, contar más letras de la palabra siguiente, entonces la letra debe terminar con un pequeño trazo ascendente (o´). Si la última letra debe unirse a la de la siguiente palabra, ésta debe terminar con un trazo horizontal (o-).

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_