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El hombre que fue jueves
Columna
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Grandes guiones imposibles

Marcos Ordóñez

Leo que este año se ha cumplido el cincuentenario de la publicación en castellano de Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, y recuerdo que en 1972 Guillermo Cabrera Infante perdió la cabeza “contagiado por la novela”, como dijo luego. Joseph Losey le había encargado una adaptación al cine, que iba a protagonizar Richard Burton. Encerrado en su casa de Gloucester Road, escribiendo versión tras versión sin apenas dormir, la cabeza de GCI reventó como si le hubieran inyectado diez litros de mezcal, y solo la recuperó tras una feroz terapia de electroshocks y litio. En los ochenta, Losey intentó convertir el guion en una serie televisiva, y todos los que lo leían dijeron lo mismo: excepcional pero irrealizable. En 1983, la película de Huston, sobre raquítico guion de Guy Gallo, dio al traste, claro está, con el proyecto. Me encantaría leer el guion de Cabrera Infante.

“Excepcional pero irrealizable”. Lo mismo le dijo Frank Taylor en 1949 a Malcolm Lowry y a su esposa, Margerie Bonner, cuando recibió el guion que ambos habían escrito sobre Tierna es la noche. Taylor había editado Bajo el volcán en Reynal & Hitchcock y luego se convirtió en productor para la Metro. Lowry le envió entonces una carta en la que le decía que estaban “absolutamente poseídos” por la novela de Scott Fitzgerald. “Nunca”, añadió, “me he sentido tan entusiasmado creativamente desde que escribí Bajo el volcán”. En octubre del 1949, MGM aparcó el proyecto, pero el matrimonio siguió escribiendo sin parar. En abril de 1950, le enviaron a Taylor un manuscrito que ocupaba 500 páginas de texto más otras 100 de notas. Según Douglas Day, biógrafo de Lowry, iba “mucho más allá” de Tierna es la noche: contenía “observaciones críticas, teoría cinematográfica, indicaciones para el operador y los actores y notas sobre moda y automóviles de la época, a la manera de los guiones de James Agee”. El problema fundamental era que duraba seis horas. No vivieron el rechazo como un fracaso porque recibieron muchas cartas elogiosas de escritores como Christopher Isherwood o el mismo Agee. En 1985, el gran Dennis Potter convirtió Tierna es la noche en una miniserie que duraba, justamente, seis horas. Hermosa adaptación, por cierto.

El guion de los Lowry durmió en los archivos de la universidad de British Columbia (Vancouver) hasta que dos profesores, Paul Tiessen y el español Miguel Mota, lo editaron en 1990. En una entrevista, Mota habla de “trabajo de amor”, de una fusión apasionada entre la obra de Lowry (había, al parecer, injertos de Piedra Infernal y algunos de sus relatos cortos) y la de Scott Fitzgerald.

Ahora, contagiado, me convierto en productor imaginario y veo un posible guion en espejo. Cabrera Infante, insomne, poseído por Lowry, teclea febril en Gloucester Road, y acto seguido, flashback, vemos a Lowry y su mujer en la cabaña de Vancouver, poseídos por Fitzgerald, “escribiendo con guantes”, cuenta Douglas Day, “porque el invierno de 1949 fue uno de los más fríos que allí se recuerdan”. Dos historias de pasión al borde de la locura, intersectadas con fragmentos de las novelas que adaptan y van creciendo: la ordalía del Cónsul en Cuernavaca, el amor crepuscular entre Dick y Nicole Diver en su villa del sur de Francia. Dennis Potter podría escribir eso, y seguro que entraría en el guion como personaje… sí, podría ser una miniserie… y Alain Resnais la filmaría… en un universo paralelo.

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