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Cámara oculta
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Trozos de la vida

En el cine italiano de los años sesenta se realizaron grandes comedias colectivas

Hubo un tiempo en que se hicieron muy frecuentes las películas de episodios dirigidos cada uno por un director distinto. En una de ellas, Las cuatro verdades (1962), hasta intervino Luis G. Berlanga junto al italiano Alessandro Blasseti y los franceses René Clair y Hervé Bromberer, y aunque hay que reconocer que resultó una película híbrida, el episodio español, La muerte y el leñador, escrito con Azcona, fue el mejor a pesar de la excentricidad de que un organillero madrileño fuera interpretado por el rubio alemán Hardy Kruger. Eran tonterías que a veces nacían en los despachos de los productores de estos euro pudins más que de la voluntad de sus creadores.

Han sido numerosas esas producciones. Por ejemplo, los dos largometrajes realizados en 2002 con el título común de Ten minutes older, no estrenados aún en España, de episodios dirigidos por quince directores famosos, desde Wim Wenders a Bertolucci pasando por Kiarostami o Jim Jarmusch, entre los que destaca la pequeña obra maestra de 10 minutos de Víctor Erice, Alumbramiento. Está editada en DVD junto a otras inéditas del autor. Merece mucho la pena.

Especialmente en el cine italiano de los años sesenta se realizaron grandes comedias colectivas que hablan desde distintos puntos de vista de los disparates de la vida cotidiana; y en la España de los ochenta, cuando desapareció la censura, se hicieron un par de ellas sobre –cómo no– el sexo. Pero yo creo que sólo cuando un mismo director es el responsable de todos los episodios puede disfrutarse plenamente de una película coherente, sea finalmente buena o regular. Ahí están los grandes ejemplos de Roma de Fellini, El fantasma de la libertad, de Buñuel, Caro diario, de Moretti, las de Monthy Python y tantas más… En otro caso pueden parecerse a una simple sucesión de cortometrajes unidos por una temática más o menos común.

El caso es que ahora, con las restricciones presupuestarias, puede que no vaya quedando otro camino para rodar historias baratas que reunir a varios directores, aunque el sistema de episodios dispares parecía haber quedado dejado de lado, quizá porque la televisión lo ha ido reemplazando. Sin embargo, sí que continúan realizándose de vez en cuando las de un solo realizador, como la reciente española Una pistola en cada mano (2012), de Cesc Gay, sobre ocho cuarentones dispersos y confusos, o la argentina coproducida con España, Relatos salvajes, de Damián Szifron, que cuenta seis historias diferentes, y que ahora mismo se ha convertido en Argentina en la mejor película del año. En España se estrena hoy. ¿Quizás su éxito proviene de que muestra el cabreo ciudadano que nos invade a todos y que estalla o puede estallar de la manera más inesperada? En estas películas de episodios la acumulación importa mucho y tanto una como otra no dejan respiro.

Es curioso que estén coincidiendo en la cartelera películas de larga duración –las 3 horas y cuarto de Sueño de invierno, Palma de oro del último Cannes, o las 2 horas 45 de Boyhood, rodada a lo largo de 12 años– con la recuperación de películas de episodios breves e intensos. El cine, la vida, da para todos los modelos.

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