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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo oscuro

Es este racismo latente el que nos ha de preocupar, para que cuando haya un mínimo motivo para la sospecha no caigamos en la trampa de la histeria inducida

David Trueba
Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche.
Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche.Gorka Lejarcegi

Hace poco denunciábamos la incongruencia de los medios de comunicación en el tratamiento de la detención del pederasta que atacaba a niñas indefensas en Ciudad Lineal y San Blas y reconveníamos sobre la estúpida manía de asociar con el crimen rasgos de inteligencia, sofisticación o audacia. Pero dejábamos pasar otro síntoma también digno de denuncia. Si ustedes recuerdan, entre los primeros rasgos que se destacaron del delincuente, cuando todavía era una sombra buscada entre la prioridad policial y el pavor vecinal, trascendió a los medios que se trataba de una persona extranjera o que, al menos, hablaba con acento. Terminó por ser un español afincado en Madrid, anabolizado en los mejores gimnasios locales. Lejos de ser un error puntual, esa sospecha de extranjeridad es todo un síntoma de nuestra psicosis colectiva.

La escritora Imma Monsó llamaba la atención sobre otro suceso que acongojó a los españoles. El ataque irracional en Lleida contra cinco personas acuchilladas en plena calle por un trastornado. En los primeros días, los medios dejaron caer que se trataba de alguien “moreno”. No tardaron en afirmar, ridículamente, que era alguien “moreno, de piel oscura, pero no bronceada”. El criminal se entregó pocos días después y cesó la angustia. Descubrimos que era natural de Logroño y recuperamos la calma. Si no fuera una tendencia habitual esta de la sospecha contra el extranjero, que por razones obvias también puede delinquir, podríamos tomarlo a broma, pero la reincidencia es lo preocupante.

Ante el silencio de voces autorizadas en lo moral y religioso, España expulsó del sistema sanitario a los inmigrantes sin papeles, sin importar que a día de hoy las enfermedades infecciosas que proceden de países degradados sean una preocupación. También los CIE son aceptados por la sociedad sin alarma, pese a sus condiciones infrahumanas y la vejación de derechos de quien no ha cometido ningún delito contra las personas, sino tan solo se ha saltado un trámite administrativo. Es este racismo latente el que nos ha de preocupar, para que cuando haya un mínimo motivo para la sospecha y la prevención contra el extranjero no caigamos en la trampa de la histeria inducida. La manipulación viene de antes; está cada día posada sobre nosotros como una sombra.

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