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La revolución no es un mueble

'El agua que falta' es un libro valiente y necesario que aborda nuestro presente

Las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad son la malla que sostiene este singular libro de Noelia Pena (Santiago de Compostela, 1981), El agua que falta, libro proteico y agenérico que combina diversas formas breves —las impresiones que se vierten en un diario al modo de apuntes y anotaciones, la reflexión y el análisis ensayístico, la glosa, el aforismo, la noticia de actualidad, el artículo, el relato, el poema—, regidas por una primera persona que es, ante todo, una mirada interrogativa y periférica.

Así ha sucedido siempre que los escritores de la modernidad encaraban un tiempo de crisis y de cambios, situación propicia para bucear en el fondo de la persona y verlo y narrarlo todo a través de la experiencia y las emociones propias. No por casualidad, algunos de los autores que comparecen o se convocan de una u otra manera son, entre otros, Hölderlin, Nietzsche, Rimbaud, Benjamin, Cocteau, Deleuze, y también Bellow, Carver o Szymborska.

En El agua que falta, la introspección y el análisis predominan sobre el argumento: el fragmentarismo ordena un discurso muy próximo al fluir de la conciencia, que brota tanto de la vivencia personal como de la atenta y lúcida observación de lo que pasa. Y para ello, Noelia Pena es muy consciente de que la tarea más difícil que le aguarda es medirse con el lenguaje, una tarea a la que le obliga la sensación de que los significados en buena parte han sido neutralizados o pervertidos, así como la conciencia de que "tomar la palabra es tomar la medida del mundo". Desde esta conciencia es ineludible revisar imposturas —por ejemplo, la leyenda del catálogo de una conocida multinacional de muebles sueca que usa la palabra revolución para vendernos unos muebles que debemos montar nosotros mismos debe ser desmontada, se proclama—, combatir apropiaciones indebidas porque "pensar es quebrantar el sentido del mundo", o desenmascarar falsas verdades, como la muy conocida frase según la cual "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades", que traslada a los ciudadanos la responsabilidad de la crisis.

El agua que falta es un libro valiente y necesario que aborda nuestro presente desde la mirada de una joven que medita sobre la mujer, el amor, el miedo, la banalidad, las "máquinas de binarización" (maniqueísmo), la política, la lectura y la escritura, las condiciones de trabajo, o el dominio de la economía sobre nuestras vidas. Y que se plantea, sin soflamas ni adoctrinamiento, cuál debe ser el relato de la crisis: poder decir, tomar la palabra. Sin intermediarios ni traductores.

El agua que falta. Noelia Pena. Caballo de Troya. Madrid, 2014. 180 páginas. 13,90 euros (electrónico, 8,99)

 

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