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Prince en piloto automático

El mito de los ochenta lanza dos discos: uno en solitario y conceptual, que resulta rutinario; otro en el que se rodea de mujeres para un sonido guitarrero, lleno de testosterona

Prince, retratado en junio pasado.
Prince, retratado en junio pasado.Kenzo Tribouillard (AFP)

Tratándose de un artista que ayudó a definir musicalmente la década de los ochenta, del mismo modo en que Bowie marcó la de los setenta, cuesta trabajo aceptar que Prince lleve años sin grabar álbumes a la altura de su legado. Su capacidad para crear música, especialmente para hacerla en directo, sigue siendo arrolladora. Pero las grandes canciones le salen con cuentagotas, y sus álbumes carecen de ese poder especial que les hace destacar como tales. Mejor asumir todo esto para poder disfrutar del Prince del siglo XXI, que celebra su regreso a Warner, la discográfica en la que debutó y triunfó, publicando dos discos simultáneamente.

Art Official Age, firmado en solitario, es una obra conceptual en la que el autor reniega del presente. En Clouds, una voz femenina le anuncia que acaba de despertar tras haber permanecido 45 años criogenizado, ausente de este mundo invadido por selfies, relaciones virtuales y fama insípida. Es un tema que nos devuelve al Prince sensual y funky, al cantante de falsete que recomienda acariciar la espalda de su chica si la descubre cantando en la ducha. Es de lo más destacable de un álbum cuyos otros puntos álgidos son Way Back Home, que rompe con el tono rutinario de otras baladas como Breakdown. En U Know nos recuerda que, incluso cuando funciona en piloto automático, Prince aún es el artista que descubrió los caminos que transitan Janelle Monáe, Pharrell, Frank Ocean y Kanye West. No está claro si es autohomenaje o no, pero en The Golden Standard se parece mucho al artista que era cuando grabó Dirty Mind (1980). Casi al final llega Funknroll en una versión elástica, más apetecible que la registrada en su otro nuevo disco, PlectrumElectrum, firmado con 3rdEyeGirl, trío que le ha acompañado en los últimos años. Prince, siempre proclive a interactuar con el talento femenino —recordemos su padrinazgo en discos de Sheila E, Vanity o Apollonia 6—, se hace respaldar aquí por Donna Grantis, Hannah Ford e Ida Nielsen, solo que esta vez lo que escucha, por encima del funk y el soul, es un grupo de guitarras. Esa vertiente dura, siempre presente, pero también diluida entre los componentes estilísticos de su obra, no había destacado con tanta fuerza desde Purple Rain (1984). Sin embargo, del mismo modo que en aquel disco los solos de guitarra a lo Hendrix y a lo Page convivían con la música negra del pasado y el futuro, aquí forman parte de un ejercicio de estilo que, aunque sea compartido —o quizá por eso mismo—, apenas aporta nervio a su obra. Pretzelbodylogic destaca por su riff y su ritmo glam. Boytrouble y Stopthistrain, situados en el funk y el reggae, respectivamente, ofrecen un respiro en este festín de electricidad. Porque no deja de resultar curioso que un músico como Prince, cuyo talento se asienta en parte en su manera de alternar lo masculino con lo femenino, se haya rodeado de mujeres para acabar grabando su disco con mayor índice de testosterona.

Art Official Age y PlectrumElectrum, de Prince, están editados por Warner.

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