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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

TVEbola

En comparación con la crisis de gestión del ébola o el desafío del catalanismo separatista, el relevo en el canal público carece del relieve dramático de otros asuntos

David Trueba
José Antonio Sánchez
José Antonio Sánchez

Es posible que para el Gobierno español, la sustitución del presidente de RTVE sea el menor de los problemas entre los que anda sumergido. En comparación con la crisis de gestión del ébola o el desafío del catalanismo separatista, el relevo en el canal público tras la dimisión airada del anterior responsable carece del relieve dramático de otros asuntos. De hecho, derogada la ley anterior, su aprobación parlamentaria se resuelve en un bostezo democrático. A nadie le parece grave, pero la suplantación del pacto parlamentario por la recuperación del rodillo sentó las bases de una forma de gobernar que tiene que ver con la regeneración política tanto como la patada en la espinilla con el juego limpio. En días donde está en cuestión de nuevo la transparencia y la gestión de crisis suena hasta raro tener que hablar de estas cosas, pero cuenta y cuenta mucho de nuestro país.

Que un candidato a presidir la televisión pública diga que el canal Telemadrid, del que proviene tras una anterior etapa en TVE nada memorable, es un ejemplo modélico tendría que bastar para cuestionarse la idoneidad. Pero admitamos que en una comparecencia parlamentaria sin planes ni propuestas, sin el rigor de tener que someterse a un pacto general y con un discurso de presentación de dos minutos, cualquier cosa que se diga carece de importancia. Puede ser cierto que el despido de personal es la única prioridad del Gobierno en lo que respecta al canal, pero también delata una dramática carencia de banquillo para cargos de alta responsabilidad.

El control de la información suele ser una prioridad del poder. Se reiteran en la equivocación, porque cuando estalla una crisis solo hay un camino derecho, que es el de la verdad y toda ocultación alimenta la reacción contraria, la sensación de estafa y engaño. Para vencer esta sospecha, a la que el consumidor de los canales públicos es más sensible que otros, nada mejor que primar un mecanismo transparente de poder profesional. Cuando Rajoy habló en el Parlamento de la crisis del ébola solo acertó a señalar que nuestros servicios de salud son de toda confianza. Exactas palabras que dejan ver la falta de confianza en todo lo demás. Así también la televisión pública deberíamos delegar al gestión en lo profesional.

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