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La realidad de un núcleo suburbano

El fútbol vertebra 'La inmensa minoría', la nueva novela de Miguel Ángel Ortiz

J. Ernesto Ayala-Dip

En la contracubierta de la edición de la primera novela de Miguel Ángel Ortiz, Fuera de juego, había un texto cuyo final decía así: “Las buenas novelas no están escritas ni para la nostalgia ni para el consuelo”. Esa frase, así, expresada con tanta contundencia, me hizo pensar que no era cierto, que las novelas, por el contrario, cuanto mejor están concebidas, más grande hacen el consuelo de quien las lee, suponiendo que quien las lea busque eso, que está en su perfecto derecho. Fuera de juego trataba sobre la infancia. Y lo hacía sin caer nunca en la blandenguería habitual en este tipo de asunto literario. En esa muy buena novela había un método que la sostenía, un método comprometido con el diálogo revelador de verdades humanas tan simples como rotundas. Y también comprometido ese método con la construcción de personajes al filo de estar ante la llegada de algo muy difícil de entender, no lo que queda atrás (de la infancia), sino lo que se nos presenta delante sin que nadie nos sepa explicar muy bien qué es.

Ahora retorna Miguel Ángel Ortiz con La inmensa minoría, una nueva novela con un método similar a la anterior. Y con un mismo motivo vertebrador: el fútbol. Luego, objetividad absoluta en la representación de un orbe sociológico, humano y sentimental. La escritura es la representación a su vez de una voz narradora que invade toda la novela. Es su estructura, su trama y su argumento. Todo está en esa voz, el relato directo de lo que ve y siente (sea rabia, rencor o muchas ganas de expresar sentimientos). Protagonistas adolescentes, seguros de su inseguridad, todos chicos de una barriada pobre, con padres supervivientes de esta crisis y de otras anteriores. Chicos todos de la Zona Franca barcelonesa, alumnos desparejos de cuarto de ESO, apechugando con la mezcla de esperanza y derrota anticipada, atados a la bebida liberadora, a los canutos ensoñadores, aferrados a los SMS y a los amores cambiantes de verano a verano.

El retrato de Ortiz no esquiva la actualidad. Y mucho menos la realidad que es ese núcleo suburbano, con inmigrantes, con nativos, con unos que hablan catalán, con otros que hablan castellano, con unos que cuelgan la estelada y con otros que cuelgan la rojigualda, uno que es del Español y otros que se enfundan la camiseta del Barça, y todos siguiendo a La Roja en el Mundial de Sudáfrica. En este contexto Ortiz sitúa a sus adolescentes. Los pone frente a todo lo que intuyen y los orienta a hacer frente a la desdicha que los amenaza con lo que tienen y como lo puedan hacer. No hay queja, no hay comentarios pueriles, ni grandilocuencia. Solo la madurez desarmante del sarcasmo y la ironía de barrio. Y esa pátina de sabiduría pragmática que enseña la pobreza difícil de escampar del horizonte.

La inmensa minoría es la novela de alguien que leyó bien a Marsé y a Mercè Rodoreda. Y como los leyó tan bien, entendió que no podía repetir sus irrepetibles operaciones narrativas. Había que dejar hablar ahora a los personajes. Había que verlos moverse solos, con los mínimos afectos, vivir. Había que verlos quitándose hierro en medio de tanta intemperie. Había que sacrificar el estilo y dar voz a los hechos. Una novela distinta.

La inmensa minoría. Miguel Ángel Ortiz. Random House. Barcelona, 2014. 432 páginas. 17,90 euros

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