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DESPIERTA Y LEE
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La segunda vez

Fernando Savater

Venga, muy bien, hablemos de cultura ya que estamos en la sección que lleva ese nombre. ¿No trata la cultura, entre otros asuntos, de las obras de arte, es decir, de las cosas admirables que el ser humano puede llegar a hacer a partir de elementos que toma del mundo natural? ¿Y no será lo más raro y asombroso de todo conseguir un obra de arte viviente? Recuerden a Pigmalión, cuyo amor por la bellísima estatua de Galatea que él mismo había fabricado fue recompensado con el mayor premio: lo que sólo era mármol, hermoso pero inerte, se convirtió en carne trémula y deseable. Al menos según Ovidio, aunque ya sabemos —tras Platón y Nietzsche— que los poetas mienten mucho. Pues bien, supongamos que Pigmalión se llama hoy Alec Head y que Galatea apoya su belleza sobre cuatro patas y se llama Trêve… Entonces la poesía se hace verdad irrefutable, galopante.

Imaginé que Kierkegaard se equivocó y que la gloria del momento recuperado derrota a la usura de los días

Les estoy hablando, claro, del Arco de Triunfo, la gran carrera de caballos que acaba de celebrarse en Longchamp. Y de la yegua colosal que ganó el año pasado lo que los franceses, con algo de vantardise, llaman “el campeonato mundial de los purasangres” y que ha vuelto a ganar este año. Ningún competidor había logrado realizar semejante proeza desde hace treinta y seis años… Hablando de años, Alec Head va a cumplir noventa y Trêve tiene cuatro. El primero fue jinete, preparador y ahora es un gran criador (iba a ponerlo con mayúscula, Criador, como el Hacedor de Borges), también enamorado de esa Galatea de pura clase y velocidad que ha fabricado con la paciencia de los cruces genéticos y la inspiración que siempre va más allá de la biología. Trêve es la yegua de su sueño, pero no una nightmare (ese nombre de la pesadilla) sino una daymare, luminosa y triunfal. La ha entrenado en las pistas su hija Criquette y el año pasado ya electrizó a todos quienes la vimos ganar el Arco derrotando a los mejores, con un derroche casi insolente de poderío. Pero ella, que permanecía invicta, comenzó 2014 como perdedora y en Ascot se mostró esforzada pero también vulnerable y enferma. Pocos confiaban —¡confiábamos, qué diablos!— ni siquiera que volviese a correr el Arco y mucho menos que fuese capaz de ganarlo. Y sin embargo el domingo regresó a Longchamp y de nuevo dejó atrás a todos sus contrincantes llegados de Inglaterra, Francia, Irlanda, Alemania y Japón. Poesía en movimiento, lo que nadie puede detener ni doblegar…

Dice Kierkegaard, en La repetición, que la segunda vez que volvemos a lo que nos hizo felices encontramos que nada es como antes, en la dicha inaugural. Yo estuve en Longchamp hace 36 años, cuando Alleged, montado por Lester Piggott, ganó su segundo Arco. He tenido que esperar todo ese tiempo para volver a ver repetirse la proeza, casi el milagro. Por un instante he podido imaginar que Kierkegaard se equivocó y que la gloria del momento recuperado derrota a la usura de las horas, los días, los años… Para después comprender que la felicidad vuelve, pero ya no nos encuentra donde estuvimos. Que el arte es largo y la vida breve, porque nuestra fidelidad pertenece a lo que nunca puede regresar.

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