Mentiras benevolentes
Philippe Falardeau, que había conmovido con 'Profesor Lazhar', se pierde en la superficie y nunca hurga donde duele
Como una metáfora en sí misma, La buena mentira aboga en su relato por la benevolencia de ciertos embustes, esos cuyas consecuencias son mucho más beneficiosas que el presunto pecado cometido, pero su arquitectura, como la de demasiadas historias calificadas como “con mensaje”, “necesarias” o “solidarias”, también esconde una descomunal trola. De buenos sentimientos, de grandes intenciones, está llena la historia del cine pésimo.
Y aquí una más: una obra que pretende recordar una de esas olvidadas contiendas africanas, la llamada Segunda Guerra Civil Sudanesa (iniciada en 1983), y que se supone quiere hablar del desarraigo en Estados Unidos de un grupo de jóvenes masacrados por la barbarie, pero que termina haciendo una especie de Tarzán en Nueva York, dedicando gran parte de su tiempo a cómo los chicos bregan de modo presumiblemente simpático con teléfonos, coches y tartas de gelatina. Philippe Falardeau, que había conmovido con Profesor Lazhar (2011), se pierde en la superficie y nunca hurga donde duele, ni en la parte africana, donde el infierno de los niños parece una aventura, ni aún menos en la parte estadounidense.
LA BUENA MENTIRA
Dirección: Philippe Falardeau.
Intérpretes: Reese Whiterspoon, Arnold Oceng, Jer Duany, Emmanuel Yal.
Género: drama. EE UU, 2014.
Duración: 110 minutos.