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Fallece Jean-Jacques Pauvert, el primer editor del Marqués de Sade

Publicar su obra le costó ser detenido y 11 años de juicios

Guillermo Altares
Jean-Jacques Pauvert, en París en 1991.
Jean-Jacques Pauvert, en París en 1991.DERRICK CEYRAC (AFP)

Durante 150 años, la única forma de leer las obras del Marqués de Sade era en ediciones clandestinas. Hasta que en 1947, con una imprenta casera instalada en el garaje de la casa de sus padres en Sceaux (cerca de París), un joven de 21 años puso por primera vez el nombre de una editorial en un libro del divino marqués, Juliette. Fue detenido al poco tiempo. Le costó 11 años de procesos y acusaciones, pero nunca cedió. Ese editor, Jean-Jacques Pauvert, falleció el sábado pasado en París a los 88 años.

"Fue un aventurero de la ilusión", explica su amiga Beatriz de Moura, fundadora de Tusquest, cuya labor editorial estuvo marcada por Pauvert. "Fue un luchador, pero siempre con la sonrisa en los labios. Su gran empeño fue demostrar la estupidez de la censura. Cuando editó al marqués de Sade sabía muy bien a qué se enfrentaba", prosigue Beatriz De Moura.

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El fallecido crítico literario Rafael Conte, uno de los mejores lectores que ha tenido la prensa española, fue también otro gran admirador de Pauvert, no solo por su pelea para publicar a Sade sino por todo su trabajo. También fue el primer editor de uno de los grandes títulos de la literatura erótica, Historia de O, de Dominique Aury. Escribió una biografía de Sade y durante décadas completó una Antología histórica de lecturas eróticas.

"Ha muerto un hombre libre", tituló su obituario la revista Telerama. "Mi padre fue un gran editor, un defensor de la libertad contra cualquier forma de censura. Como mi madre [la editora Régine Deforges] fueron espíritus libres", señaló su hija Camille Deforges al anunciar su muerte.

Nacido el 8 de abril de 1926 en París, tras su paso por la resistencia todavía siendo menor empezó a trabajar cuando era adolescente en la editorial Gallimard y allí entró en contacto con numerosos autores, sobre todo con los surrealistas (André Bréton fue muy amigo suyo), a través de los que llegó hasta Sade.

Desde sus primeras lecturas, Pauvert fue consciente de que Sade era un criminal y de que algunos de sus libros eran tan perturbadores que resultaban difíciles, casi insoportables, de leer. Pero también supo que era un gran escritor y que los lectores tenían el derecho a decidir por sí mismos. El propio Pauvert aseguró en una entrevista con este diario en 1990: "Paul Eluard describe muy bien el asunto: Sade ha liberado la imaginación amorosa de su sujeto. Es, por tanto, la libertad. No aporta ningún sistema, e incluso resulta corrosivo para cualquiera. Parte de la tradición libertina y materialista para llegar a unos extremos en los que no puede ser alcanzado por nadie. Sade siempre va más lejos".

La pelea legal terminó en 1958, cuando el tribunal superior francés decretó que Sade "era un escritor digno de ese nombre" y que por lo tanto podía ser editado. Su victoria definitiva llegó en 1990, cuando Sade entró en el panteón de las letras francesas, la colección La Pleiade. "Nunca quise editar lo que todo el mundo aplaude y conoce, porque deja de ser interesante", dijo entonces.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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