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Hermosa confesión de tristeza

Tweedy, líder de Wilco, graba en solitario como terapia para curarse de los golpes de la vida. El músico encuentra cierta magia en la conexión con su hijo Spencer

Jeff Tweedy, líder de Wilco, durante una actuación en 2012 en Barcelona.
Jeff Tweedy, líder de Wilco, durante una actuación en 2012 en Barcelona.Joan Sánchez

Que este álbum comience con Don’t let me be so misunderstood, una canción breve y frenética, no necesariamente significa que vaya a ser un disco de rock. Aunque al final vengan a significar lo mismo, musicalmente Sukierae tiene dos caras. El motivo posiblemente sea que componerlo y grabarlo fue una terapia sanadora a través de la cual, Jeff Tweedy, líder de Wilco, afrontó los últimos golpes que la vida le ha ido propinando. Cuando comenzó a registrar el álbum, su mujer aún no había recibido la noticia de que padecía un cáncer. Eso propició que Sukierae —que es el apelativo cariñoso de Sue Miller Tweedy, antigua propietaria del Lounge Ax, uno de los clubes fundamentales para la escena alternativa de Chicago— terminara siendo también una consecuencia de dicha situación.

El contexto en el que nace Sukierae es el siguiente. Con ocho álbumes en su haber, el nombre de Wilco hace tiempo que también es el de uno de los grupos de rock norteamericanos más notables de los últimos 20 años. Su discografía es rica en descubrimientos. En su primera etapa reivindicaron la raíz country para su música eléctrica. Posteriormente, a principios de 2000, pusieron en práctica experimentos con otros estilos que elevaron aún más su estatus artístico mientras su aceptación popular seguía aumentando. Durante los tres años transcurridos desde el último álbum del grupo, The Whole Love (2011), Tweedy ha trabajado en varios proyectos ajenos. Ha producido el último disco de Low —The Invisible Way (2013)— y se ha centrado especialmente en la restauración artística de una de las grandes voces del soul, Mavis Staples, a la que produjo por segunda vez en One True Vine (2013). También ha concluido un álbum que el padre de ésta, Pops Staples, dejó inacabado al morir en 2000, y que será publicado en diciembre. Tanto para este disco como para los dos con Mavis, Tweedy contó con su hijo Spencer, un adolescente que se ha impregnado de la pasión que sus progenitores sienten por la música.

Ejerciendo como baterista, Spencer —además del multiinstrumentista Scott McCaughey y las coristas Jess Wolfe y Holly Laessig— acompaña a su padre en lo que inicialmente iba a ser una obra en solitario en la que él tocaría todos los instrumentos. Y se convierte en la fuerza motriz y emocional para que emprenda un recorrido que comienza con el citado órdago rockero. Concebido como un álbum doble en el sentido original del término, Sukierae fluye entre la alegría y la tristeza, como una reflexión sobre la vida que va cambiando de tono, enfoque y tema a medida que se suceden las canciones. La fuerza de la primera canción pronto se transmuta en calma cuando aparece High as hello; después se van sucediendo el rock desnudo de World away, la tétrica psicodelia de Diamond light pt 1, el country folk de Wait for love, el acercamiento al pop de Low key… Sukierae es en gran medida una obra reposada donde Tweedy puede fantasear en voz alta con un Chicago libre de violencia (Nobody dies anymore) o recrear el momento en que conoció a su mujer en el citado club (Summer noon). El músico declaraba recientemente a la revista Uncut que intentó dividir el álbum en dos mitades, una más enérgica y otra más tranquila, haciéndolo derivar hacia las canciones acústicas a medida que se acerca el final. El cierre lo pone I’ll never know, la emotiva recreación de una imagen de infancia en la cual, en mitad de la noche, un niño se sienta junto a su madre dormida para ver la televisión.

Este disco ha dado a Jeff  Tweedy la oportunidad de hablar de asuntos profundamente tristes que necesitan ser exorcizados a través de la música.

La madre del autor falleció hace algunos años; su hermano Greg murió a finales de 2013 y ahora su esposa está en tratamiento. Tweedy ha explicado que este álbum no se hizo pensando en un concepto determinado, pero que sí deseaba reflejar la experiencia de seguir creciendo. Este disco le ha dado la oportunidad de hablar de asuntos profundamente tristes que necesitan ser exorcizados a través de la música. La sorprendente conexión musical que tiene con su hijo añadió una dosis extra de magia, haciendo que al final no fuese el disco de Jeff si no el de los Tweedy, aunque todo él esté dominado por la visión y el estilo paternos.

Una obra con hermosas confesiones que sirve también para que escuchemos al autor de Yankee hotel foxtrot (2002) despojado del corsé que impone un grupo, trabajando sin restricciones. Sukierae funcionaría mucho mejor con menos canciones y no es tan audaz como lo que hace Tweedy con Wilco. Pero no fluye mal del todo porque, como colección de música y sentimientos, es un trabajo más que notable.

Tweedy. Sukierae. Epitaph/Pias.

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