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Cine contra viento y marea

Favores, familia y 'crowdfunding' son clave, pero la industria no se mantiene solo de entusiasmo. 'Babelia' reúne a la generación de directores que se presenta en el Festival de San Sebastián

Rocío García
La Academia de Cine fue el lugar de encuentro de los directores que acuden a San Sebastián. De izquierda a derecha, Borja Cobeaga, Isaki Lacuesta, Pedro González Bermúdez, Virginia García del Pino, Roberto Castón, Pablo Malo, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Alberto Rodríguez
La Academia de Cine fue el lugar de encuentro de los directores que acuden a San Sebastián. De izquierda a derecha, Borja Cobeaga, Isaki Lacuesta, Pedro González Bermúdez, Virginia García del Pino, Roberto Castón, Pablo Malo, Jon Garaño, Jose Mari Goenaga y Alberto RodríguezSamuel Sánchez

Con más de cuatro décadas de carrera a sus espaldas, José Sacristán, el actor, repite una frase que, más allá de la gracia, esconde una reflexión casi trágica: “Hacer cine en España es como ser torero en Finlandia”. La realidad es que, valientes y tozudos, enfundados en sus trajes de luces, los cineastas en España siguen haciendo cabriolas con el capote, sorteando toda clase de peligros y obstáculos para lanzarse en picado sobre ese toro al que nunca llegan a matar, pero con el que, en ocasiones, consiguen salir por la puerta grande. ¿Habrá una nueva plaza donde acudir? ¿Me contratarán otra vez? ¿Acudirá el público de nuevo? Contra todo pronóstico, ante un panorama tan desolador —las ayudas al cine tocando mínimos, y el IVA en lo máximo—, una película española ha reventado la caja. Borja Cobeaga (San Sebastián, 1977) ha demostrado que sabe lo que es triunfar en las plazas de toda España y aun así no conoce la fórmula para ese triunfo. Ocho apellidos vascos,el filme español más taquillero de la historia (9,5 millones de espectadores y 56 millones de euros de recaudación), del que él es uno de los guionistas, no le permite afrontar el futuro con ninguna tranquilidad. “Que hoy, con el panorama que estamos sufriendo, un filme de presupuesto medio consiga llevar tanta gente al cine es raro. En realidad, las películas que tienen esta taquilla son más ambiciosas, como las de Juan Antonio Bayona, Alejandro Amenábar o Santiago Segura. Ha sido una excepción a la regla general. Lamentablemente, no tengo la fórmula a seguir”.

Convocado por Babelia, Cobeaga se ha reunido, en la sede de la Academia de Cine de Madrid, con otros colegas, todos ellos realizadores seleccionados por el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, donde a lo largo de estos días presentarán sus trabajos en las distintas secciones del certamen. El objetivo del encuentro: debatir sobre la situación del cine en España y las dificultades para sacar adelante ese guion que ha estado casi a punto de morir definitivamente en un cajón. ¿Existen los milagros? A veces sí. Entusiasmo y ganas no les faltan, tampoco autocrítica, y más en un momento en el que las cifras oficiales no ofrecen ningún dato para la esperanza. El número de películas producidas continúa descendiendo —un 7% menos en 2014 con respecto al año anterior—. Se ha pasado de los 182 largometrajes producidos en 2012 a 115 en 2013 y a 107 este año. En cuanto a espectadores y taquilla, en 2013, primer año completo de aplicación del IVA del 21% en España (vigente desde el 1 de septiembre de 2012), el mercado cinematográfico sufrió la mayor caída de los últimos años y la mayor de los mercados europeos. La asistencia a salas bajó un 15%; la recaudación bruta, un 16,33%, y la recaudación neta, un 22%, según datos de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España (FAPAE). Y para colmo, un dato más que preocupante: el descenso en caída libre del presupuesto medio de las películas. En 2009 era de tres millones de euros. Cinco años más tarde, esta cifra se sitúa en torno a 1,5 millones.

Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971), que se ha descubierto como el cineasta del thriller en español (Grupo 7, Siete vírgenes), lleva ya 14 años en esta industria y asegura que las cosas han ido a peor, aunque él no es el mejor ejemplo de las dificultades. Ha tenido la suerte, dice, de estar en el peor momento, pero con la mejor posición, y ha conseguido saltar de un proyecto a otro con bastante rapidez. “A mi alrededor veo a compañeros que lo están pasando francamente mal, que hace 10 años hubieran levantado fácilmente sus películas y ahora no pueden”, dice Rodríguez, cuya película La isla mínima, una historia dominada por la intriga y la tensión, hoy en la sección oficial de Zinemaldia, ha levantado grandes expectativas.

Rodríguez sabe que la crisis que afecta al cine corre en paralelo con la de la sociedad española, pero lamenta que desde los distintos Gobiernos no se apoye a un bien público como es el cine. “Los Presupuestos del Estado son pírricos”, dice el realizador sevillano. Los malos augurios comenzaron a cumplirse en los Presupuestos de 2012 cuando el Fondo Nacional de la Cinematografía, bolsa de la que salen las ayudas a la producción, sufrió el mayor recorte de su historia, con una caída del 35% con respecto a 2011, pasando de 76 millones a 49. Ya lo advirtió poco antes el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, que, en una entrevista a este periódico, aseguró: “El cine español ha de saber que tiene por delante un presente complicado”. Pero parece que también un futuro, si se atiende a los recortes sucesivos sufridos por el fondo de 2013 y 2014. Los 49 millones de 2012 se redujeron a 39,28 en 2013, y en 2014, a 33,7 millones de euros. Como con estas cifras no se pueden pagar las deudas a la amortización contraídas por ley al sector, el viernes de la semana pasada el Consejo de Ministros aprobó un crédito extraordinario de 30 millones para hacer frente a ese pago, que asciende, según Cultura, a unos 39 millones, y según los productores, a algo más de 41.

Iciar Bollain y Carlos Vermut, en la Academia de Cine.
Iciar Bollain y Carlos Vermut, en la Academia de Cine.Samuel Sánchez.

Pablo Malo (San Sebastián, 1965) pone la voz de alarma ante lo que considera un “maltrato” del Gobierno a la cultura. “La subida del 21% del IVA es un ejemplo claro. La industria sufre un deterioro muy preocupante”, asegura el realizador de Lasa y Zabala, el filme sobre el secuestro, tortura y asesinato de dos miembros de ETA a manos de la Guardia Civil en 1983. Opinión parecida tiene Iciar Bollain (Madrid, 1967), directora afincada desde hace un par de años en Edimburgo (Escocia), que estrena en el festival En tierra extraña, el primer documental de su carrera sobre la emigración de los jóvenes y no tan jóvenes. “Estamos en un punto muy crítico, el cine está muy ahogado por la financiación. Incluso el presupuesto de TVE, fundamental para sacar adelante las películas, está bajo mínimos. Así no podemos competir con un cine de calidad. La única alternativa que nos queda son las películas de bajo presupuesto, pero de eso no vive una industria, ni unos laboratorios, ni los técnicos, ni los estudios. En España, ningún Gobierno ha apostado por la industria de la cultura. Es una cuestión de voluntad política, igual que se fomenta el mercado del automóvil. Lo que está claro es que cuando se apuesta por una cultura fuerte, como en Francia o Alemania, se enriquece todo el país. Aquí lo único que cuenta son los fines electoralistas”.

Isaki Lacuesta (Girona, 1975) prefiere poner el acento en la creatividad y la diversidad antes que en los temas económicos y “así no nos cortamos las venas”. “Soy muy optimista con la creatividad. Hay una variedad tremenda, desde el cine más comercial hasta el de género, el experimental. Hay mucho talento y mucho donde escoger. No me costaría nada hacer una lista de 30 o 40 cineastas españoles a los que admiro. Lo que es lamentable es que directores potentes hagan una película cada siete u ocho años”, explica Lacuesta, un realizador de mirada personalísima que sorprenderá en San Sebastián con su nueva apuesta: Murieron por encima de sus posibilidades.

Con este panorama, ¿cómo no intentar saquear a familia y amigos? ¿Cómo no confiarlo todo a beneficios futuros y trabajar gratis? ¿Por qué no pedir dinero a través de Internet? Madres haciendo bocadillos para el cáterin, conocidos que se prestan de chóferes, favores de amigos y de amigos de amigos. Todo con tal de sacar adelante ese proyecto en el que tanto uno cree. Murieron por encima de sus posibilidades, “una película muy urgente”, según Lacuesta, se empezó a rodar sin financiación ni subvenciones. Las más de 100 personas del equipo técnico y creativo, director y actores incluidos, decidieron asumir el riesgo e invertir su trabajo, por el que, de momento, no han cobrado nada, confiando en un porcentaje a beneficios futuros. Solo al final entró TVE, lo que permitió terminar el filme en condiciones. “Es un filme que se ha hecho con inversión laboral”, explica su director.

Iciar Bollain: "Estamos en un punto muy crítico,el cine está muy ahogado por la financiación. Así no podemos competir".

El que estuvo a punto de tirar la toalla y regresar a su profesión de filólogo fue Roberto Castón (A Coruña, 1973). Pudo más la fe que todos los problemas del mundo. “He tenido todas las dificultades y más para levantar la película”, dice el realizador de Los tontos y los estúpidos. Francia ya tenía lista su parte del dinero para lo que iba a ser una coproducción cuando la productora española no pudo asumir sus costes. Estamos hablando de 2010-2011. Tras una buena temporada en el cajón, Castón y su equipo decidieron darle la vuelta al proyecto y repensar la manera de abordarlo con el menor coste posible. Se olvidaron del rodaje estándar, las localizaciones externas, decorados y demás gastos “superfluos”, y se centraron en un único espacio, en el que, a modo de ensayo o lectura de guion, los protagonistas de esta historia van buscando una salida a su vida. Toda una deconstrucción fílmica para contar en pantalla una deconstrucción de los valores familiares. “Ahora pienso que todo esto tenía que pasar y que además pasa por algo. Hemos hecho el filme por la cuarta parte del presupuesto inicial. Debemos dinero a todo el mundo, pero al menos se va a estrenar. Nos ha venido bien este abaratamiento porque me ha dado una libertad absoluta. Creo que difícilmente volveré a hacer una película de este tipo, tan poco estándar”.

Y ante las dificultades surge el crowdfunding (financiación colectiva por donativos a través de Internet), un sistema copiado del exterior, que en España ha salvado algunos de los proyectos realizados en los últimos tiempos, pero que no es la panacea, coinciden todos, aunque con algunos matices. Pablo Malo tiene claro que no es la solución a la crisis industrial. “Sé que a la prensa le hace cierta gracia que unos chavales hagan un largometraje por 20.000 euros, pero a mí me parece muy peligroso porque se crean unos precedentes de industria basados en el todo gratis”, asegura el realizador. Opinión parecida tiene Pedro González Bermúdez, el director del documental El último adiós de Bette Davis, para quien “el crowdfunding está muy bien para hacer un vídeo con amigos, pero no para hacer cine, no se puede perder la profesionalización de un oficio”. Cuando Cobeaga oye que alguien se pavonea porque ha hecho una película sin ayudas, ni subvenciones se le llevan los demonios: “Eso no es ningún mérito. No significa que sea mejor por eso. Muchas veces todas las virtudes acaban en el hecho de hacer una película a través de crowdfunding. Hay películas muy caras y muy malas y otras baratas también malas. La pobreza de producción no te convierte en mártir de la causa”, dice el realizador de Negociador.

La politización y la imagen de subvencionados que arrastra el cine no les ha ayudado en esta carrera de obstáculos, en la que el público les ha dado la espalda en ocasiones. Hay mucha tarea por hacer, confiesan estos nuevos realizadores: conseguir desgravaciones fiscales para la inversión privada, que las televisiones se impliquen más y mejor, que se ponga el foco en la promoción del cine y, sobre todo, buscar la reconciliación con el espectador. Y ahí viene la autocrítica de estos creadores. Borja Cobeaga: “Durante muchos años, el cine se hacía independientemente de que la gente fuera a verlo”. Gabe Ibáñez (Madrid, 1971), director de Autómata: “Se han hecho películas sin tener en cuenta la taquilla, y así, poco a poco, nos han ido dando la espalda”. Isaki Lacuesta: “No sé si somos justos hablando de desencuentro. Creo que hay cierta falta de inquietud o de divulgación por parte de todos”.

Jose Mari Goenaga: "Se tiene la sensación de que somos unos mantenidos y que vivimos de las subvenciones. Es falso"

Ellos saben que para ganarse el favor del público, o de determinado público, tienen que quitarse de encima el sambenito de ser unos meros subvencionados. “Da la sensación de que viene una persona con un maletín y nos da dinero para que hagamos una película y nos lo gastamos en copas”, dice Jon Garaño (San Sebastián, 1974), codirector con Jose Mari Goenaga de Loreak. “Existe la sensación de que somos unos mantenidos y de que vivimos de las subvenciones, y eso es falso. Todo lo que se invierte en cultura se devuelve a la sociedad en puestos de trabajo, impuestos y pagos a la Seguridad Social”, añade Goenaga (Ordizia, 1976).

Como dice Virginia García del Pino (Barcelona, 1966), realizadora del documental Basilio Martín Patino. La décima carta, “el cine español, con todos los respetos, va mucho más allá de Penélope Cruz y Javier Bardem. Hay mucha gente trabajando en condiciones muy precarias”. El glamour y las alfombras rojas son sólo el escaparate de un oficio duro y complicado. “La imagen que se ha dado de los cineastas en general está distorsionada. No puede ser una falacia más grande. Parece que estamos siempre en cócteles y alfombras como millonarios, y somos unos trabajadores con hipotecas como los demás”, dice Alberto Rodríguez.

Es hora de pensar en el espectador global, como defiende Gabe Ibáñez, o como proclama también el más joven de todos ellos, Carlos Vermut (Madrid, 1980), realizador de Magical girl: “El cine se tiene que poner de moda, crear tendencia. ¿Dejamos de hacer películas? No. Nuestra obligación como creadores es emocionar”.

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La isla mínima. Alberto Rodríguez.

Magical girl. Carlos Vermut.

Loreak (Flores). Jon Garaño y Jose Mari Goenaga.

Autómata. Gabe Ibáñez.

Lasa y Zabala. Pablo Malo (fuera de concurso).

Murieron por encima de sus posibilidades. Isaki Lacuesta (fuera de concurso).

En tierra extraña. Iciar Bollain (proyección especial).

Negociador. Borja Cobeaga.

Basilio Martín Patino. La décima carta. Virginia García del Pino.

Paco de Lucía: la búsqueda. Francisco Sánchez Varela.

El último adiós de Bette Davis. Pedro González Bermúdez.

No todo es vigilia. Hermes Paralluelo.

Los tontos y los estúpidos. Roberto Castón.

La salada. Juan Martín Hsu.

Aguas tranquilas. Naomi Kawase.

Relatos salvajes. Damián Szifron.

Dixie y la rebelión zombi. Ricardo Ramón y Beñat Beitia.

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