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El ‘Mundial del Flamenco’ inunda las calles y los teatros de Sevilla

Un homenaje a Enrique Morente dará esta noche el pistoletazo de salida a la Bienal, la cita más importante del género

Imagen de la Bienal de Flamenco de Sevilla.
Imagen de la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Fuente y caudal es el nombre del disco de Paco de Lucía que sirve a la Bienal de Flamenco de Sevilla para titular su edición de este año. Y es que Sevilla se convierte durante estos días en escenario de gala en el que se muestra lo que el flamenco ha sido, es y será. Desde hace décadas, la ciudad ha sido ese cruce de caminos al que conducen todos los senderos de aquel que lleve el quejío y el rasgueo grabado en el alma como un Evangelio. Fandangos de Alosno que vienen cruzando la Cava gitana de Triana, cantes maireneros que buscan la orilla del Guadalquivir, alegrías saladas de Cádiz y bulerías desnudas de Jerez que toman la ciudad cantando a la vieja Venta de Eritaña y voces que cambian las cuestas del Albaicín granadino por aquella Sevilla la llana que decía la copla. Todo el flamenco peregrina a Sevilla porque, como dice Cristóbal Ortega, director del festival, “la historia del flamenco no se escribe sin Sevilla, y Sevilla no puede ser ella misma sin el flamenco”.

La Bienal se lanza desde hoy a 24 días de arte repartido por toda la ciudad para que no se le olvide al forastero que este es el festival flamenco más importante del mundo. 36 años y 18 ediciones que han consagrado a la cita como el faro que tiene la responsabilidad de mostrar cuál es el momento actual del arte. El festival arranca esta noche en el Teatro de la Maestranza, que cambia los violines por las guitarras por una noche en una gala en tributo a Enrique Morente. “Un reconocimiento al Morente más humano”, que dice su hija Estrella, que se subirá a las tablas junto a su hermana Soleá para recordar a un creador irrepetible. 13 días después, la mayor de los Morente volverá a ese mismo escenario acompañada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla para dar vida a un programa que culmina con El amor brujo de Falla, cuando ya haya acabado la gran fiesta jerezana del cante que reunirá a siete leyendas sobre el escenario encabezadas por Manuel Agujetas y el Capullo de Jerez.

“Hemos organizado jornadas completas desde las 12 de la mañana –cuando puede escucharse a José de la Tomasa cantando en un mano a mano sacro con la Orquesta Barroca de Sevilla en el Palacio de San Telmo- que alcanzan la tarde con actividades en la universidad, en los centros cívicos de los distritos, con programación especial para jóvenes, exposiciones… Dando paso al atardecer en los grandes teatros y culminando a las 11 de la noche con el flamenco más tradicional en el Claustro del Convento de Santa Clara o el corral del Hotel Triana, donde habrá momentos mágicos como el reencuentro sobre las tablas de la familia Fernández”, cuenta Cristóbal Ortega. Solo le queda la espinita de lo único que no ha podido conseguir para esta cita: la presencia de Paco de Lucía. “Mi primera llamada cuando me nombraron director fue al representante de Paco para que estuviera en la bienal. Por ello, en su memoria, todas las actividades paralelas del festival giran en torno a él”, comenta.

Es una bienal tan internacional que las primeras entradas que se pusieron a la venta fueron adquiridas desde Canadá, Japón y Rusia. Por esa proyección la mayoría de los artistas han apurado para estar presentes en la cita con espectáculos nuevos, como Farruquito, la Compañía de María Pagés –que baila los caminos en un montaje que brota de Antonio Machado-, los guitarristas José María Gallardo del Rey y Miguel Ángel Cortés o el pianista Dorantes, que se apoya para su nuevo programa en un mano a mano con un contrabajo.

Cante, toque y baile se encontrarán en la mayor fiesta del flamenco, en una ciudad “vestida de flamenco en cada calle en un acontecimiento que solo puede acoger Sevilla”, dice Ortega. Y, según él, el flamenco vuelve a su Meca con la salud de un chaval con tantos años como ediciones tiene el festival de historia: 18. “Fuera de nuestras fronteras el flamenco está cada vez más presente, bien sea en festivales o en actuaciones que se han convertido en algo fijo en las programaciones de los teatros de todo el mundo. Su salud es inmejorable”.

Es esta una bienal que no busca caminos retorcidos ni hilos conductores cargados de metáforas porque, como dice Ortega, “este es el Mundial del Flamenco, y ese es su único hilo conductor”. Desde los jóvenes que llegan con el nervio aún asomando en la voz tras ganar el Certamen de Flamenco de Andalucía, a los que tienen un nombre y vienen a presentar nuevos trabajos al amparo de escenarios que parecen de otro mundo, como el Real Alcázar. Cuando caiga la noche, el imponente Patio de la Montería del palacio servirá de caja de resonancia a la granadina Marina Heredia, a Tomatito y a Esperanza Fernández. En la ciudad extramuros, el terciopelo rojo del Teatro Lope de Vega acogerá las voces quebradas de Arcángel, José Valencia y Mayte Martín.

Y como empezó con un tributo a una leyenda del cante que se siente en muchas de las voces que pasarán por Sevilla en estas semanas, la Bienal se despedirá el 5 de octubre con una noche en la que la ciudad se encomienda a la figura de El Lebrijano, un cantaor de raza “con un legado de 32 discos en el mercado, un valor que aquí se torna homenaje”. Un broche para un festival en el que el flamenco se toma el pulso, mira atrás para aprender de su pasado y se prepara para un futuro que solo el propio flamenco sabe cómo será. Como aquellos cantes de ida y vuelta que un día se fueron Guadalquivir abajo a bordo de una carabela para volver, más ricos y siempre distintos, demostrando que el arte más ancestral siempre esta vivo y siempre es nuevo.

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