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Escuchar

No está de más observar cómo la radio se sostiene, sin demasiado artificio, con salud de hierro y capacidad para seguir haciendo imaginar a quien sabe escuchar

David Trueba

Durante cuatro días se graba en Madrid el programa de radio de Alejandro Dolina. La venganza será terrible lleva más de 20 años en antena en Argentina y se ha convertido en un clásico nocturno, al que no es raro que se agarren los taxistas y los noctámbulos de medianoche hasta las dos. En la sala Galileo, ante un público entregado, Dolina y sus colaboradores entablan un diálogo continuado y brillante, con una estructura sencilla, pero donde la palabra es exprimida para placer de los oyentes adictos. Popularísimo en su país ya nadie sabe si antes fue el escritor de relatos o el locutor, pero sorprende escuchar una emisión que planea relajada desde la improvisación. Patricio Barton, al comenzar, es quien elige un asunto al que desplumarán durante largo rato Dolina y sus cómplices, que intercambian papeles, levantan personajes en un soplo, hasta que terminan con un repaso de anécdotas históricas y con la banda interpretando canciones a petición de los oyentes.

No puede ser más clásico y más sencillo un formato donde prima la observación y los españoles que se acercan a escuchar son fácilmente seducidos. Nuestro país también tiene por la radio una querencia firme e inquebrantable y cada uno de nosotros tenemos un programa agarrado al recuerdo. Los traspasos de Dolina a la televisión han sido mucho más breves, pero destaca el experimento titulado Recordando el show de Alejandro Molina, bajo la dirección de Juan José Campanella, donde rizaron el rizo de crear un programa mítico e inexistente que era el centro de un falso documental.

En un país donde no nos han faltado nunca las estrellas de la radio, donde el mayor peligro estriba en que los formatos más estimulantes desaparezcan para imitar a los mucho más encorsetados espacios televisivos, Dolina parece jugar en casa, acostumbrado a levantar el programa en teatros frente al público. No está de más, ahora que vivimos en un tiempo donde cambian las estructuras tecnológicas de la comunicación y mucha gente duda de la pervivencia del periódico en papel, el libro encuadernado y el cine en salas, observar cómo la radio se sostiene, sin demasiado artificio, con salud de hierro y capacidad para seguir haciendo imaginar a quien sabe escuchar, que no es poco.

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