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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La rodilla

Ana Botella anunció su renuncia a seguir de alcaldesa anticipándose quizá a la decisión dentro de su propio partido

David Trueba

Yolanda Ramos participa en la tertulia de mujeres de Telecinco titulada Hable con ellas. De la mujer, los ejecutivos televisivos suelen querer tan solo lo más superficial y epidérmico; por eso es un lujazo contar con alguien que posee millas de experiencia vital, gracia y sabiduría de calle como Yolanda Ramos. Ejerciendo ahora labores adyacentes a su profesión de cómica, es una contertulia a menudo surrealista y particular, lo cual es todo un elogio. Pero en la última emisión mostró la herida de la rodilla causada por un tropezón en plena Gran Vía madrileña. La caída fue debida, por supuesto, al mal estado de las aceras. Para cualquiera que pasea por los barrios de referencia en Madrid es un escándalo el estado del firme, pero Yolanda Ramos lo supo contar desde la primera persona sin escatimar la incomprensión hacia un asunto que va a costarle lesiones a demasiada gente como limitarlo a unas risas.

Es solo una anécdota más en este mandato de Ana Botella, que anunció su renuncia a seguir de alcaldesa anticipándose quizá a la decisión dentro de su propio partido. Sería injusto culpar a la primera alcaldesa de Madrid, que por desgracia no se someterá a ninguna elección ni para llegar al cargo ni para abandonarlo, de estos males cotidianos de la ciudad. En gran medida se ha limitado a gestionar un presupuesto raquítico, sumergido en una deuda mayúscula por la acción de su predecesor, ahora uno de los adalides mundiales de la austeridad, los recortes y hasta las tasas para acceder al derecho a la justicia. Incluso los jalones más negativos del mandato de Botella, desde la gestión del Madrid Arena hasta el fracaso olímpico, nacían de un modo de operar equivocado que venía de muy atrás.

En las aceras madrileñas el problema mayor es la equivocada elección de materiales y las limitaciones para costear los servicios de mantenimiento. Hay dinero para otras medidas menos comprensibles como cambiar todos los parquímetros. El estado del arbolado también pide a gritos cierta responsabilidad, la misma que se le obligaría a asumir a un ciudadano sobre su edificio propio o su jardín. Y así se termina esta triste historia que empezó en la rodilla herida de una de las mujeres más divertidas de España.

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