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Noche de Berlusconi y amor

Francesco Piccolo se enamoró la noche electoral que unió a los desengañados de Italia

Francesco Piccolo, ganador del Premio Strega 2014, en su piso en Roma.
Francesco Piccolo, ganador del Premio Strega 2014, en su piso en Roma. Italo Rondinella

Entre los meses de mayo y junio Francesco Piccolo (Caserta, 1964) se hizo con los premios más prestigiosos de la literatura —el Premio Strega, por su Il desiderio di essere come tutti y del cine —el David de Donatello y Nastro d’Argento por el guion de Il capitale umano, del director Paolo Virzì— en Italia. "No me gusta guardarlos en casa", se ríe con boca amplia y voz profunda, mientras arrincona placas y estatuillas. Los plátanos de la plaza Vittorio Emanuele reflejan sus melenas en los cristales abiertos y regalan al salón un efecto de calma plácida. Podría ser uno de los Momentos de inadvertida felicidad que Piccolo catalogó en su penúltimo libro (Anagrama). A los pies de la pared, forrada de libros, se encuentra un escritorio de madera oscura y antigua. Encima, un portátil plateado, un periódico del día rendido a un lado, una caja de cigarrillos rodeada de mecheros y un cenicero: el equipamiento del fumador constante y cómodo. La autarquía del tabaquista sentado. “Vamos a la cocina”, murmura abriéndose paso con un revuelo de la mano. Cruza seguro la amplia estancia con mobiliario de acero inoxidable y madera clara, y se sienta al fondo —o al principio, según el humor— de una larga mesa color miel, cubierta por un mantel arabescado que protege el mueble de sus hijos adolescentes. Es la mesa más grande de la casa y delata el espíritu acogedor de sus dueños: la familia se reúne en torno a ella con frecuencia.

Piccolo se enamoró de su mujer la noche de marzo de 1994 en la que Silvio Berlusconi ganó por primera vez las elecciones. Entre los amigos que se juntaron para seguir los resultados se elevó un coro de desconcierto, chasco e indignación. También de esnobismo. Aquellos que se identificaron con la izquierda en la primavera de 1994 empezaron a percibirse como élite. "Los buenos, los inteligentes, en un país de engañados".

Aquella noche de frustración, angustia y presunción, una joven amiga le dijo: "Ha ganado Berlusconi, ¿y qué importancia puede tener?". Aquella pregunta no fue un himno simplón a la superficialidad, a la renuncia de todo empeño cívico. Fue el paraguas que protegió la intimidad y evitó que la vida personal se desmoronase vejada por las turbulencias de la pública. Aquella frase alimentó un proyecto de relación, marcó el recinto de un hogar común. Al cabo de 20 años, dos hijos, varios libros y guiones escritos y premiados, muchos Gobiernos caídos y resurgidos, la frase es el umbral de este apartamento en la plaza más multiétnica de Roma, donde todo es íntimo y familiar.

Trailer de 'Il capitale umano'.

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