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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Fumata blanca o negra

Esto de hacer películas sobre la vida y obra de los papas viene de antiguo

Se está anunciando ahora el rodaje de nada menos que tres películas sobre el pasado del actual Papa Francisco. Esto de hacer películas sobre la vida y obra de los papas viene de antiguo. Quienes hayan cumplido los sesenta quizá recuerden aquel largo italiano en honor de Pio XII titulado Pastor Angelicus, que fue de obligada visión en algunos colegios de curas y que los niños soportaban con resignado estoicismo. Vinieron luego otras películas para el cine o la tele sobre Juan XIII, Juan Pablo I el breve, Juan Pablo II, al margen de otros papas más antiguos... En 2002 Costa Gavras dirigió Amén, película que denunciaba la indiferencia de aquel Vaticano de Pio XII ante el horror del nazismo, algo de lo que no había hablado la olvidable Pastor Angelicus, que por su parte quizás ocultó también otros detalles a los que el cine de ficción ha venido refiriéndose, como las relaciones de la banca vaticana con la mafia (Ford Coppola en El padrino 3), que también hacía referencia a la intrigante muerte de Juan Pablo I.

Ha habido otras muchas películas sobre las altas esferas de la iglesia católica, tanto en serio como en broma, a favor y en contra. Recientemente, desde las fantasías de El código Da Vinci a la hagiografía del fundador del Opus Dei, Encontrarás dragones; pero específicamente sobre los pontífices hay algunas especialmente reseñables. La situación del Papa recién elegido que no quiere serlo (Habemus Papam, de Nanni Moretti, 2011), escapándose del Vaticano para intentar vivir como un ser corriente, película que con buen humor ficciona sobre las inevitables dudas y sinsabores de figura tan emblemática. O la de un hombre serio que quiere conversar con el Papa y se encuentra ante un infranqueable muro que se lo impide (La audiencia, de Marco Ferreri, 1972), Intentar ver al Papa también lo quiso el niño de la italiana Pepino y Violeta (1952), que buscaba la curación de su mula, o el de la melodramática El niño y el Papa, película mexicana de 1986, donde el chaval sí logra ser bendecido por Juan Pablo II, quien también dio pie a una comedia agridulce, El baño del Papa (2007), donde con motivo de su visita a un pequeño pueblo uruguayo un hombre instala unas letrinas con la ilusión de hacerse rico, dada la afluencia de público que se espera. Pero acaba siendo más pobre que antes. Los papas no siempre son milagrosos.

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