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OBITUARIO

Marilyn Burns, bella del horror

La actriz encarnó al único personaje que sobrevive en la mítica película de Tobe Hooper ‘La matanza de Texas’, que cumple 40 años

Marilyn Burns, en el rodaje de 'Sacrament' (2014).
Marilyn Burns, en el rodaje de 'Sacrament' (2014).AMANDA REBHOLZ

Son tres minutos y 24 segundos. Desde que salta por la ventana de la familia de caníbales hasta que ríe y llora y ríe, cubierta de sangre, sentada en una camioneta. Es Marilyn Burns (Erie, Pensilvania, 1949) en su momento de mayor gloria, la escalofriante secuencia que cierra La matanza de Texas (1974), que cumple 40 años. Su personaje, Sally Hardesty, era la única superviviente de la película. Solo ella conseguía escapar de Leatherface (Cara de Cuero), un monstruo de voz aniñada con una máscara de piel humana y una motosierra por arma. Al otro lado de la gran pantalla, la actriz dijo adiós el pasado martes a los 65 años. Murió durante la noche, en su hogar de Houston.

“Ojalá se haya ido mientras dormía. La encontró su hermano y nadie sabe qué ha pasado”, declaró Shawn Ewert, el penúltimo director de Burns en la película Sacrament. Ewert no se cree que se haya ido tan de repente: “Hace dos días que hablé con ella. Y en julio estuvo en el estreno de la película, firmando autógrafos y recibiendo el cariño de los fans. Es una enorme pérdida para todos los que amamos el horror. Te echaremos de menos, querida”.

Burns estaba en plena efervescencia después de casi 10 años sin pisar un plató. Su filmografía dura un suspiro, 11 títulos en 40 años de carrera, cinco de ellos en los dos últimos años. El éxito de La matanza de Texas fue casi una maldición para la gente que participó en ella. Solo su realizador, Tobe Hooper, y el director de fotografía, Daniel Pearl, pudieron desarrollar una carrera más o menos estable. Burns, como su antagonista tras las cámaras, el gigante islandés Gunnar Hansen que interpretaba al asesino enmascarado, fue olvidada durante décadas. Hasta que una joven generación de directores, inspirados por su escalofriante papel en el clásico, la recobraron.

En el último filme en el que se la pudo contemplar, Sacrament, interpretaba a una mujer madura. De Texas, cómo no: “Beulah Standifer. Una trabajadora muy dura, dueña de una tienda de ultramarinos que gestiona con su sufriente marido desde hace décadas”, explicaba la actriz por correo electrónico en una de sus dos últimas entrevistas. Lo curioso es que su marido en el filme es Ed Guinn, un viejo conocido de Burns: “Es el camionero que me salva en La matanza de Texas. Fue algo maravilloso volver a coincidir con él”.

La actriz es muy consciente de haber dejado huella. Quién le iba a decir que aquel rodaje insoportable en el verano de Texas, en jornadas récord de hasta 26 horas seguidas bajo un calor insufrible, iba a entrar con letras de oro en la historia del cine: “Éramos cinco actores, un director de fotografía, un técnico de sonido, un cineasta y un asistente, todos amontonados en una furgoneta. Un puñado de hippies que podían haberse quedado en casa en vez de filmar el rodaje más duro y largo de nuestras vidas”.

Porque labrar el nombre de uno en el séptimo arte no es tarea fácil. Burns sabe que lo hizo más de una vez en esta película. Cuando corre en el bosque perseguida por un titán con motosierra. Cuando está atada a una silla obligada a cenar con (y ser luego la cena de) unos caníbales. Y más que nunca cuando ríe y llora y ríe en esa gran escena final en la que conseguía escapar de la muerte: “Tuvimos que volver a rodarla. Reía y lloraba porque me preguntaba si alguna vez iba a terminar aquella película”.

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