_
_
_
_
_

India impensable

Una novela, una colección de escritos y un ensayo trazan nuevos itinerarios por el país asiático

Un grupo de escolares muestran sus manos decoradas con henna en la ciudad india de Ahmedabad.
Un grupo de escolares muestran sus manos decoradas con henna en la ciudad india de Ahmedabad.Amit Dave (Reuters)

India se resiste, todavía, a ser pensada. Se ha hecho experta, a lo largo de los siglos, en evadirse de los distintos rediles hermenéuticos que se han construido para atraparla, conceptualizarla y desactivarla. India no se deja, no quiere, mira hacia otro lado. Pone señuelos, calla lo esencial, cambia las señales. Europa, por su parte, no deja de intentarlo, unas veces de buena fe, es cierto, pero casi siempre empujando la puerta con un poco más de violencia de la necesaria. Sin embargo, esa resistencia de India a ser encerrada en un pensamiento exterior y expulsada, por tanto, fuera de sí misma sí tiene una historia que puede ser pensada y expuesta en manuales y libros de creación.

En cuanto a los manuales, así lo hace Wilhelm Halbfass (1940-2003) en India y Europa, un recorrido exhaustivo por las maneras de percibirse, y de interrogarse, mutuamente, indios y europeos. La antigüedad clásica, el islam, los misioneros, los primeros indólogos ingleses, la Ilustración, el Romanticismo o la época actual: Halbfass resume y comenta libros de viajes, teorías, traducciones, influencias, imágenes, biografías (muchas, fascinantes, parecen micronovelas) y sucesos históricos, porque no quiere dejarse nada fuera, por miedo a que ese olvido, ese afuera, eche a perder su esfuerzo totalizador, y deje el puente a medias. Gracias a esto aprendemos, entre muchas otras cosas, que Voltaire veía en India la cuna de la civilización, y de la razón universal; que la Revolución Francesa, y los ocultistas la usaron para refutar la primacía y la exclusividad de la religión cristiana; que Hume se mofaba de los mitos hindúes (sobre todo de ese que cuenta que la Tierra es un elefante sostenido por una tortuga); que Novalis la señalaba como un lugar de hombres adormilados, que no dejaban de soñar; que Hegel la excluyó del despliegue filosófico del universo, que equipara al despliegue académico de sus propios tratados, y se exaspera con la exigencia romántica de “regresar” a Oriente; que Schopenhauer y Schelling, compañeros de cuarto en la Universidad de Tubinga, se enemistaron porque al primero India le sirvió para apuntalar su metafísica de la voluntad, mientras que el segundo quedó fascinado por el modo en que resolvía panteísticamente el retorno a lo absoluto. Un capítulo aparte merece la exclusión, hasta la fecha, de India de la historia de la filosofía occidental, un voluntario empobrecimiento inexplicable. Y varios más el modo en que los hindúes han cazado al vuelo algunas teorías europeas para mejorar conceptos propios (como, por ejemplo, el de dharma) y su adaptación a la progresiva europeización del planeta.

Novalis señalaba la India como un lugar de hombres adormilados,

Chantal Maillard —que ha leído y comentado en varios pasajes de su libro la anterior obra de Halbfass— agrupa en India todos sus textos dedicados a esta cultura: diarios, poemas, reseñas, artículos, prólogos, conferencias, algunas traducciones, inéditos e incluso fotos. Desde lo que ella define como no-escritura, y de la mano de varios de sus autores fetiche (Michaux y Schopenhauer a un lado; Bharata y Abhinavagupta al otro), habla de la conciencia observadora, de la condición moral del sufrimiento, del grado cero del deseo, del cuerpo como aduanero del pensamiento, del placer de la representación, del lugar de la mujer-esclava y de la mujer-diosa en la sociedad india, de la danza o de ese otro tiempo, “más dilatado y pleno”, que proporciona India, uno de los pocos lugares donde todavía es posible “perderse, desconectarse”. La mezcla de géneros, que se suceden de modo natural, igual que lo hacen las aguas de un río, bravas o mansas o en cascada según el tramo del lecho por el que transcurran, dan sensación, en efecto, de paisaje, y de que India, según proponen estás páginas caudalosas, “no se posee, se hace”. India es una suma de experiencias (destaca una que Maillard no había contado hasta hoy, la del bhang o cannabis indica, sustancia consagrada al dios Shiva y, por lo tanto, legal en los lugares regidos por él), de itinerarios mentales, de lecturas y de viajes, que se cuida de caer en idealismos o romanticismos culturales o contraculturales. Sin ser un mapa, ayuda a orientarse; pero una vez que uno cree estar orientado, el libro le deja de nuevo a la intemperie, sin teorías, sin certezas, con la obligación de comenzar el camino desde el principio: quizás lo único que uno puede pensar de India sin traicionarla ni traicionarse a sí mismo.

Gonçalo M. Tavares, por su parte, da en Un viaje a la India un doble salto mortal en el vacío: porque escribe, primer salto, una novela en verso en estos tiempos beligerantemente antipoéticos, y porque, segundo salto, hace que el protagonista se llame Bloom, como el del Ulises de Joyce, lo que sitúa las expectativas del lector al máximo nivel. A lo largo de 10 cantos y de 1.102 poemas, Tavares sigue a Bloom por Lisboa, de donde se va después de que él mate a su padre, por haber asesinado éste a su novia (la del hijo), Londres, París, Viena, Praga, India y de nuevo París. Bloom, que pretende encontrar en India “sabiduría y olvido” y “una alegría nueva” (una “alegría mística / que no resulte de un naufragio”), decide llegar hasta ella con una lentitud antigua o, como él dice, saltando, argumentando, reptando. Meses de demora hasta desembarcar para, una vez allí, donde se queda apenas un canto y medio, ser estafado por un falso santón, que le roba un ejemplar de bibliófilo de Las cartas a Lucilio de Séneca y también el espíritu. Un libro este que “se lee al borde de un precipicio”, con el cuerpo (en esto coincide con el de Maillard) y haciéndole intuir a uno que India, en efecto, no tiene que ver con coordenadas geográficas, sino con eso irreductible al pensamiento pero no a las bicicletas, de las que Maillard y Tavares hacen una apología, ni a los pasos, la piel o el sonido.

India y Europa. Ejercicio de entendimiento filosófico. Wilhelm Halbfass. Traducción de Óscar Figueroa Castro. Fondo de Cultura Económica. México, 2013. 694 páginas. 35 euros.

Un viaje a la India. Gonçalo M. Tavares. Traducción de Rosa Martínez Alfaro. Seix Barral. Barcelona, 2014. 448 páginas. 19 euros.

India. Chantal Maillard. Pre-Textos. Valencia, 2014. 836 páginas. 35 euros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_