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La confesión de un perdedor

La reedicción de 'The Donovan of Trash' no necesita de vistosos atavíos para brillar

Pipiolo en la redicha institución nueva ola Stiff Records, Eric Goulden lo tenía difícil para destacar entre Elvis Costello, Ian Dury o Nick Lowe. La imposibilidad de repetir su único éxito, la terriblemente sincera Whole Wide World, rara mezcla de tonada popular, impulso punk y romanticismo suburbial, condenó al inseguro joven a un temprano alcoholismo. Decepcionado con el negocio musical, en los ochenta Wreckless Eric registra discos por sus propios medios con un par de conjuntos de garage-rock y finalmente emigra a Francia, donde con una modesta grabadora de cuatro pistas plasma este frugal pero henchido autorretrato, publicado en 1991. Reeditado, nos recuerda que el talento, aún a escala sudorosamente humana, no necesita de vistosos atavíos para brillar. A ratos autobiográfico, tan próximo al acervo folk de la mítica figura citada en el título como al blues o el pop, alentado por una mezcla de estoicismo y humor, con la cruda pureza de una grabación de campo, el álbum suena a confesión verdadera de un perdedor consciente de su deriva.

Wreckless Eric,The Donovan of Trash. Fire-Popstock!

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