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La juventud es cosa de arrugas

Los sexagenarios Pet Shop Boys reivindican su presente en una actuación en Cap Roig

Neil Tennant (izquierda) y Chris Lowe, los Pet Shop Boys, durante su actuación en Cap Roig.
Neil Tennant (izquierda) y Chris Lowe, los Pet Shop Boys, durante su actuación en Cap Roig.david borrat (efe)

Son un oasis, la charca en medio de la tórrida arena, la reserva y el espejo en el que mirarse cuando el tiempo arrincona la tersura. En un mundo que pretende ser rabiosamente juvenil como el de la música pop, una pareja de sexagenarios pasa por encima de su edad como muestra de distancia sobre lo que pretendidamente ha de ser un artista pop. Allí donde otros sólo alcanzan a ver juventud, Pet Shop Boys ven elegancia y clase, amén de una actitud y estética que no les hacen parecer un par de viejales que quieren recuperar la perdida juventud disfrazándose de manera estrafalaria. No, ellos no son jóvenes, pero piensan más en el futuro que muchos jóvenes. No les hacen falta los 30 para estar lejos del óxido. Ellos son la inteligencia del pop, las letras de personas que piensan, las melodías de aquellos artistas tocados por la facilidad compositiva, el espectáculo de quien sabe que nunca, y menos en tiempos audiovisuales, un concierto puede ser sólo una sucesión de canciones. Pet Shop Boys son espectáculo, el espectáculo pop por antonomasia.

Pasaron por Cap Roig presentando con pequeñas variedades el espectáculo que estrenaron en el Sónar 2013, y sin ser el mejor de los que han desplegado, un montaje de Tennant y Lowe sigue siendo un canto a la elegancia y sofisticación. Una suerte de persiana de lamas que ocultaba luces situadas tras ella y que al mismo tiempo al cerrarse ofrecía espacio para las proyecciones era el atractivo central del show. El resto fueron los propios Pet Shop Boys, sus vestuarios, el hieratismo de Lowe, ríase usted del de Manel, unas vedettes al lado del teclista del grupo, y una pareja de bailarines tocados con máscaras que generaban cierta inquietud. Con eso basta. Con eso y un repertorio que se renueva de gira en gira dejando los clásicos reducidos a un ramillete de canciones que podrían ser decenas y articular dos repertorios completos de grandes éxitos. Pero una característica de los jóvenes no es nadar en los logros, sino luchar por conseguir nuevos. Eso, entre otras cosas, hace jóvenes a esta pareja de sesentones. Ni sus capirotes, ni sus trajes anaranjados, ni sus vestidos erizados con puntas que les asemejaban a minas marinas, ni sus americanas plateadas. Todo eso son formas y si no responden a una intención es cuando pueden ser sólo ridículas formas de vestir, estéticas huecas, moda atolondrada.

Es más, la forma que tienen Pet Shop Boys de concebir su directo provoca que la noción misma de tocar en directo resulte casi irrelevante. De entrada porque la primera canción, Axis, ya es un videoclip que suena sin ellos en escena. Después porque la aportación de Lowe en los teclados no parece pasar de un par de fraseos melódicos, e incluso cuando el músico se ausenta, con un paso forzadamente exento de glamour, las piezas siguen sonando con total normalidad.

La voz de Tennant, por su parte, está tan doblada por sí mismo que parece que canten tres o cuatro tennants para reforzar ese aire de distante nostalgia, pelín aristocrática, que evoca toda la música del grupo, incluida la más bailable. Pero ¿y qué más da?, en el mundo de ironías del grupo, el origen de lo que suena es un detalle menor, nada relevante en términos de una autenticidad que como concepto suena trasnochado, demasiado antiguo para unos músicos de 60 años.

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