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TAQUICARDIAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De bodas y prisas

María Porcel

El otro día asistí a una escena sobrecogedora: el anuncio de su boda, allá en verano de 2015, por parte de una sobrina treintañera a su tía. “Felicidades, hija, enhorabuena”, le decía con la boca más chica que grande. En cuanto la emocionada sobrina se dio la vuelta, la tía me susurró: “Ay, con lo a gustito que estábamos...”.

No os entiendo. ¿Por qué odiáis las bodas? En serio, ¿qué os han hecho? Te pones guapérrima, te vistes de largo, te dan de comer (me arriesgaré a sufrir el trueno de El Comidista) un solomillo fenómeno, te juntas con gente maja (punto débil de la argumentación… pero alguien majo tiene que haber entre cientos de personas), bailas media noche ¡quemando la cena! y al día siguiente tienes tanta resaca como fotos y whatsapps de calidad claramente mejorable. ¿Dónde está el drama?

La única faena de las bodas, además del absurdo dicho de que de una sale otra (he ido a ocho en los últimos dos años, y en Madrid, Barcelona, Granada o A Coruña eso es men-ti-ra-co-chi-na), es que te avisen con poco tiempo. Ah, no. Eso sí que no. Que no te da ni para pedir hora en la peluquería. Me imagino a Lourdes Montes, mujer de Francisco Rivera, diciéndoles a sus quince amigas: “Niñas, que me caso el mes que viene”, y veo carreras, desmayos y cuchillos en las tiendas de vestidos entre las pobres muchachas. Las mías me matan. O las mato yo.

Organizar una boda (o re-boda) en un mes es algo que entiendo únicamente como consecuencia de un amor infinito, porque vamos, si ya te has casado otras dos veces (con la misma persona) hace menos de un año, con tus fiestones y tus papeles listos, tampoco habrá tanta prisa. Ni tantas ganas, que disfrutar de un bodorrio está muy bien pero montarlo es un trabajazo, qué ganas. Será que el resto de los mortalitos no somos portada de revistas ni salimos en reportajes de 40 páginas. Ni tenemos que promocionar el lanzamiento de una firma de vestidos propia que, casualmente, llevaban la novia, su hermana y su madre.

Y todo para que te apedreen las críticas. Que si llevas una lámpara cosida al vestido. Que si el velo no está bien puesto (¿será por el Decreto Ley sobre la Colocación del Velo Nupcial?). Que si a quién se le ocurre casarse de rosa para que el rosa ni se vea. Por no hablar del protagonismo que te roba la hija-madrina del novio, vestida por otros… Pero, ¿no ha decidido la muchacha colgar la toga para darle a la aguja y hacer, precisamente, lo que quiera?

Lourdes, novias del mundo: poneos lo que os dé la gana. Tendréis críticas, sí. ¿Y qué? Mirad a Escarlata O'Hara, toda una heroína con cortinas. Pero recordad: para la próxima, avisad con antelación. ¡Ah! Y no pongáis bufé. Que queda muy mono, pero acabas con un dolor de pies...

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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