_
_
_
_
_
Libros

Crónica de un triunfo

Tres tomos que analizan los fundamentos de la Institución Libre de Enseñanza

Jordi Gracia
María Zambrano y Fernando de los Ríos, en la inauguración de la 'Reunión de profesores españoles en el exilio'. Aula magna de la Universidad de La Habana, 1943.
María Zambrano y Fernando de los Ríos, en la inauguración de la 'Reunión de profesores españoles en el exilio'. Aula magna de la Universidad de La Habana, 1943.

Tuvo siempre un aire tan conspirativo y casi sacramental que no hubo manera de creer que fuese verdad. Incluso pudimos aceptar la malevolencia ajena y creer que algo había en ellos de secta, de fuerza secreta con catecúmenos de cuota, mientras buscábamos un libro de los años cincuenta, delgado y espléndido, de Juan López-Morillas (¡que sabía ruso!) titulado El krausismo español, y mientras Elías Díaz se preparaba para contar la filosofía social del krausismo. Estaba ya entonces en librerías la antología de Ensayos de Giner de los Ríos de Alianza Editorial (tampoco sabíamos que era cosa de Javier Pradera) y circulaba otra antología, Krausismo y literatura, en la colección de Francisco Rico en Labor. Perseguíamos un tomazo de Jiménez-Landi (sin saber tampoco que regentaba el hotel La Calandria), aprendíamos remotamente algo de Jobit (porque lo contaba Antonio Vilanova en clase) o incluso digeríamos con los años la ínsita contradicción que encarnaba Vicente Cacho Viu, ecuánime y liberal, y al mismo tiempo discípulo de un opusdeísta fetén como Florentino Pérez Embid. O aquello iba en serio o la monserga duraba demasiado, como una masonería secretista y opaca.

Hace muchos años ya que sabemos que iba en serio, porque era la mejor verdad posible: la que existe sin exhibirse, la que fecunda las conciencias intelectuales y profesionales, sin utilitarismos de receta y sin cantos de sirenas trascendentales. Estos tres formidables tomos nacen a medias entre la coyuntura de unos cursos y el compromiso de un balance, hoy abrumador, sobre los fundamentos más nobles y fiables de una forma de entender el crecimiento del hombre y la construcción justa de una sociedad.

El idealismo humanitario y conciliador de Krause encuentra sentido en España desde mediados del siglo XIX precisamente, porque España no es Alemania. Pero sin Giner de los Ríos y sin Manuel B. Cossío o Gumersindo de Azcárate, esa vocación de racionalidad y espiritualidad, de eficiencia y honradez privada no habría cuajado una red de instituciones, que llegan tan vivas hoy que varios de los colaboradores de estos volúmenes no saben callar la emoción. Le pasa a María Dolores Albiac cuando remonta su trabajo a Cadalso, porque quiere terminar con la Ínsula asediada de los años cincuenta, y le pasa a José García-Velasco —coeditor y a la vez coautor— cuando repudia las nostalgias morbosas de lo que pudo ser y defiende el triunfo de la tradición liberal que movilizó la locomotora de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) desde 1876 hasta hoy, en forma tan dispersa como empírica. Y no sólo tras la restitución de la democracia en España, sino incluso cuando todo era tan negro como una interminable sotana. Es por entonces, en 1952, cuando se cartean dos personajes como Joan Coromines y Tomás Navarro Tomás, rojos de los de antes y exiliados ambos, para que quede claro lo fundamental: “Habíamos logrado, entre todos, hacer de España un país vivo y activo en todos sus miembros, aunque no fuese tan activo ni tan bien organizado como lo queríamos”.

Habíamos logrado hacer de España un país vivo y activo, aunque no fuese tan activo ni tan bien organizado como lo queríamos"

El regalo de esta celebración cristaliza en el último tomo con una antología de textos —de Giner, Altamira o María de Maeztu hasta Dos Passos, John B. Trend o Josep Pijoan, ya en 1949—. Pero la generosidad del trabajo bien hecho está en los otros dos. El primero, editado por Javier Moreno Luzón y Fernando Martínez López, aborda el significado político del institucionismo desde la Restauración hasta la democracia actual —con trabajos a veces tan contundentes como el de Emilio Lamo de Espinosa sobre Besteiro, o los de Santos Juliá, Elías Díaz y Nicolás Sesma en torno a la fobia católica a la ILE (y su inmaculada desvergüenza)—.

El segundo tomo contiene más del doble de trabajos por una razón objetiva: se ocupa del peso de la ILE en la cultura española durante más de 150 años, y cultura en el sentido integral de la palabra, desde las innovaciones pedagógicas y la consideración de la mujer como persona (no como florero) hasta la historiografía, la economía, la arqueología y otras ciencias, con nuevas aportaciones de muchos de quienes más han hecho por sacar de la letra muerta aquellas actividades y hacerlas modelos de emoción intelectual, como José-Carlos Mainer o como José Manuel Sánchez Ron, entre otros múltiples y valiosos colaboradores.

En los tres tomos las cosas y las personas, los edificios, las excursiones y los laboratorios están a la vista y casi al tacto gracias a una selección fotográfica a ratos irresistible hasta el dolor: la silla que diseñó Manuel B. Cossío o el patio de juegos en el Instituto-Escuela de Madrid, con el atrevido alero que lleva la huella de Eduardo Torroja. La forma de ladrillo que hoy tienen estos tres tomazos metidos en una caja dura se explica porque esta tradición liberal es y ha sido, contra dogmáticos y cenizos, contra erudiciones a la violeta y contra poderes con aureola, una fuerza indestructible: nuestra auténtica caja fuerte.

La Institución Libre de Enseñanza y Francisco Giner de los Ríos: nuevas perspectivas. 1. Reformismo liberal. La ILE y la política española. 2. La ILE y la cultura española. 3. Antología de textos. Varios autores. Fundación Francisco Giner de los Ríos/Institución Libre de Enseñanza/ACE/Publicaciones de la Residencia de Estudiantes. Madrid, 2012-2013. 447, 846 y 678 páginas. 45 euros.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jordi Gracia
Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de 'TintaLibre'. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_