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Novela negra y rollitos de salmón

El escritor chino Qiu Xiaolong ha convertido en 'best-seller' a su inspector de policía Chen Cao

Portada de 'El enigma de China', (Tusquets, 2014).
Portada de 'El enigma de China', (Tusquets, 2014).

La camarera ha dado ya varias vueltas alrededor de la mesa, pero eso no parece inquietar a Qiu Xiaolong, que antes de pedir la comanda quiere saber qué es un pisto manchego y, ya que estamos, patatas a la riojana, chuleta de cerdo y esa cosa llamada alioli que acompaña a la merluza. Finalmente se decanta por el pescado. Para el escritor (Shanghái, 1953) la comida es poco menos que un ritual, una pasión que ha querido trasladarle a su álter ego literario, Chen Cao, un inspector de policía que tan pronto resuelve un crimen como escribe un soneto o te desgrana el placer de comer un pastel de cebolla verde. “Quiero que el lector conozca el trasfondo sociocultural de mis personajes. No son solo historias de asesinatos, sino una ventana a la realidad contemporánea china”, explica.

El escritor, que además es profesor de Literatura y traductor —otro rasgo que comparte con Chen—, publicó el año pasado el noveno libro con el inspector como protagonista: Shanghai Redemption, que aún no ha sido editado en español —aunque Tusquets publicó en febrero dos obras del autor: El enigma de china y Muerte de una heroína roja—. “Nos parecemos mucho, salvo que yo nunca he pertenecido al Partido. Piensa que permaneciendo en el sistema tal vez lo cambie. Al principio era optimista, como yo, que creía que la reforma política acabaría produciéndose. Con el tiempo nos hemos desilusionado y vuelto algo cínicos”. Esta última novela está basada en el asesinato de Neil Heywood, un empresario británico cuya muerte le fue atribuida a la esposa de Bo Xilai, exdirigente del Partido Comunista de China.

Para Xiaolong, uno de los escritores más leídos del momento, la poesía siempre ha sido su religión y T.S. Eliot su profeta. Hasta el punto de que en 1988 pidió una excedencia para irse a la estadounidense Saint-Louis, ciudad natal del Nobel, y escribir su biografía. La masacre de Tiananmen le pilló en plena investigación, cambiando su vida y el rumbo de su narrativa. Decidido a ayudar a los manifestantes económicamente, organizó (cómo no) un evento culinario para sacar dinero. Un periodista averiguó sus intenciones y lo difundió en China. “Es curioso cómo un rollito de salmón te puede cambiar la vida”, dice soltando una carcajada. Fue entonces, al pasar a engrosar “la lista de non gratos”, cuando se sintió en la obligación de contar lo que ocurre en su país, y la novela negra —afirma— es la vía perfecta para hacerlo. “Es un género que básicamente habla de corrupción, un problema que existe en todo el mundo”. La diferencia, añade, es que en su caso el Partido controla los medios para que solo hablen de las bondades del régimen.

Portada de 'Muerte de una heroína roja' (Tusquets, 2014), una de las dos de las novelas publicadas este año del autor Qiu Xiaolong.
Portada de 'Muerte de una heroína roja' (Tusquets, 2014), una de las dos de las novelas publicadas este año del autor Qiu Xiaolong.

Aunque durante años no se atrevió a pisar su tierra por miedo a las posibles represalias, al escritor no le tiembla el pulso cuando habla de los espectros que ensombrecen el país. “Los chinos gastaron toda su pasión política en Tiananmen. Buscaban un cambio y su sacrificio se tradujo en una represión brutal. Ahora solo les interesa ganar dinero. La juventud cada vez lee menos y ya no se habla de cultura, de transformación. El Gobierno ha contribuido a ello usando la crisis de Occidente como lección: solo hay un partido, pero vivís mejor que ellos”. Tampoco cuando aborda la censura, una lacra que acompaña a cada traducción al chino que hacen de sus libros. “Han suprimido varios capítulos y sustituido Shanghái por la letra H del alfabeto latino. Dicen que lo que cuento no puede haber pasado allí”.

Con la vista puesta en el mar Cantábrico, Xiaolong, que tras acudir a la Semana Negra de Gijón ha viajado a Santander para impartir un curso en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, pasa del crimen y la corruptela a la comida con una facilidad inquietante. Gustarle es poco, eso ha quedado claro. Desde emplearla como metáfora hasta enumerar sus platos favoritos. Y es que, como bien dice él, ¿a quién puede no gustarle el jamón serrano?

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