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Medio siglo de estrellas del jazz en el País Vasco

¿Qué tienen los festivales de Getxo, Vitoria y San Sebastián para que las estrellas de la música quieran ir cada julio?

Wynton Marsalis, en su actuación en Vitoria en 2003.
Wynton Marsalis, en su actuación en Vitoria en 2003.pradip j. phanse

“¡Gracias, Barcelona!”. Pero no. Por mucho que le pesara, Gato Barbieri no estaba en la Ciudad Condal, sino en San Sebastián y, más precisamente, en su festival de jazz, tocando su música delante de 12.000 espectadores bastante mosqueados. “Menos mal que no tenemos que hacer control antidoping a los artistas”, confesaba entonces un miembro de la organización desde el anonimato. A un año del cincuentenario del decano entre los festivales de jazz de la península, el género musical muestra su cara más pinturera en Euskadi. “¿Por qué el País Vasco?”, se pregunta Miguel Martín, director del festival donostiarra. “Aquí siempre ha existido una curiosidad por las músicas nuevas, que fue lo que llevó a que se organizara el primer festival en San Sebastián. Fuimos los primeros y, por mucho tiempo, los únicos”. Iñaki Saitúa, máximo responsable del Festival de Jazz de Getxo, lo confirma: la veteranía, en esto, como en todo, es un grado. “No hay muchos sitios que cuenten con tres festivales tan veteranos y potentes en tan pocos kilómetros”, afirma, “y eso ha generado una tradición cultural única”.

49 Heineken Jazzaldia San Sebastian

Miércoles, 23 de julio

Escenario Verde 21.30 Ray Davies. 00.30 George Clinton Parliament /Funkadelic

Jueves 24 Julio

Escenario Verde 21:30 Delorean, 00:30 Echo & The Bunnymen

Viernes 25 Julio

Plaza de la Trinidad 21:00 Nicholas Payton & L’Instrumental de Gascogne, The John Scofield Überjam Band

Sábado 26 julio

Teatro Victoria Eugenia 18.30 L’Orchestre d’Hommes

Domingo 27 julio

Espacio Frigo (Carpa fnac) 20:30 Doble Elefante

Que la cosa viene de antiguo, lo atestigua la existencia de un premio Donostiako Jazzaldia con el que los donostiarras reconocen la figura y obra de un músico vinculado a la ciudad y su festival. En 1994, dicho galardón fue a parar a las manos de Adolphus Doc Cheatham, entre cuyos méritos se encontraba el de haber sido “el primer negro que hizo footing en la playa de Zurriola” (Miguel Martín), además del primer músico de jazz en pisar la ciudad, en junio de 1929, junto al “maestro Sam Wooding y sus Chocolate Kiddies”. “Estábamos atónitos”, recordaba Franco Orgaz, futuro presidente del Hot Club de Madrid. “Era la primera vez que en este país, se escuchaba el sonido del jazz auténtico”.

Un poco más al Sur, en Vitoria, se alza la única estatua erigida a un músico de jazz en nuestro país. “Wynton Marsalis es, un poco, la imagen del festival”, señala Iñaki Añúa, cabeza visible del festival vitoriano. “La primera vez que vino, me lo encontré en mitad del aeropuerto con un papelito que decía: ‘Por favor, llévenme al Portalón”. La historia del Festival de Jazz de Vitoria no se entiende sin el añoso emporio culinario erigido sobre una antigua casa de postas del siglo XV: “Oscar Peterson creó la leyenda del viejo establo entre las estrellas del jazz”, recuerda Añúa. “Había que verle devorando una ensalada como una montaña y luego, una lubina entera. ¡Ni las raspas quedaban!”. El territorio de las leyendas gastronómicas en Euskadi tiene el nombre de El Portalón, en Vitoria; Rekondo, en San Sebastián; Zortziko, en Bilbao… Paraísos con forma de chuletón a la brasa sobre lecho de patata a cuyos aromas acuden como moscas los músicos de jazz en gira: “El año pasado John Zorn se fue directo del hotel al Rekondo”, recuerda Martín. “Lo último que podía imaginarme: un judío progre de Nueva York interesado en la gastronomía vasca”.

Queda claro que, para el músico, tocar en el País Vasco es distinto a hacerlo en cualquier otro sitio. Lo confirmaba el pianista y reconocido gastrónomo Michel Camilo a poco de concluir su concierto del pasado día 5 en el festival guechotarra: “Está el trato que le dan a uno, y la calidez del público; y, claro está, la comida… ¡y el vino!”.

38 FESTIVAL DE JAZZ DE VITORIA-GASTEIZ

Polideportivo de Mendizorroza

Miércoles, 16 de julio 21.00 h. Noa, Miguel Poveda

Jueves, 17 de julio 21.00 h. Trombone Shorty & Orleans Avenue, Dr. John Homenaje a Louis Armstrong

Viernes, 18 de julio 21.00 h. Richard Bona, Manu Katché, Stefano Di battista, Eric Legnini, Paul Anka, Orquesta Buena Vista Social Club Adiós Tour

Teatro Principal

Miércoles, 16 de julio 18.00 h Andrea Motis & Joan , Chamorro Group

Jueves, 17 de julio 18.00 h Melissa Aldana & Crash Trio

Viernes, 18 de julio 18.00 h Baptiste Trotignon Trio

Sábado, 19 de julio 18.00 h Cécile Mclorin Salvant

Durante el mes de julio, la geografía de Euskadi es un trasiego incesante de vehículos oficiales transportando músicos e instrumentos desde los aeropuertos más próximos —Biarritz, Bilbao— a su destino, y vuelta. Retrasos, vuelos suspendidos, músicos en paradero desconocido: la pesadilla del organizador de festival. “En 1982 estaba programado el concierto de Dizzy Gillespie y Stan Getz juntos”, recuerda Añúa. “Todas las entradas vendidas, y Dizzy, que hace su aparición en un cuatro latas azul. ‘¿Dónde está Getz?’, le pregunto. ‘Se supone que viniendo en coche’. Pasan las horas y Getz no aparece. Nos echamos a la carretera con un vehículo de la organización y un cartel: ‘Mr. Getz, follow us’, pero nada. Llega la hora del concierto. Dizzy se hace cargo de la situación y sale a tocar con el grupo de Getz, al que no conoce de nada. Fin de la primera parte. Dizzy me dice: ‘Tío, ya no puedo soplar más y, además, estos son malísimos’. Cuando ya estoy asomándome al escenario para tomar la palabra, oigo una voz: ‘¡Acaba de llegar!’. Total, que dan el concierto, y al Portalón. Durante la cena, Getz se muestra distendido y feliz. Hablan entre los dos y el saxofonista se compromete a llevarle de vuelta a Biarritz. Al día siguiente Dizzy estuvo esperándole. Getz no apareció”.

En algo coinciden: la historia del jazz en Euskadi, afirman los directores de los tres festivales vascos, la escriben los propios músicos. Todavía se habla de las dos visitas de Charles Mingus a San Sebastián, años 1974 y 1977, que llevaron el festival donostiarra a la modernidad; o de la de Chick Corea en 1981, porque obtuvo el récord absoluto de espectadores (15.000); y, por lo polémica, de la de Ornette Coleman, en 1987. El saxofonista consiguió aquello que, según los manuales, sólo supera en dificultad a colmar el aforo de un teatro o pabellón deportivo: vaciarlo por completo. “Si son 17 espectadores al bis, como si son 17.000”, remarca Martín. “El jazz es una cuestión de pasión, no de números”.

Pasión y un trato personalizado: las armas de las que se sirven en estas tierras para traerse a lo más de lo más: “Sí es cierto que nos gusta estar encima de ellos, pero es por puro egoísmo. Cuanto más a gusto estén, mejor concierto van a dar” (Saitúa). No puede negarse que la estrategia da resultado. Así, hay quien, como el productor y multiinstrumentista Jan Bang, estará este año en San Sebastián, aún sin formar parte del programa del festival; y quienes se quedarían muy a gusto a vivir en Euskadi, de poder: “Aquí tenemos nuestros músicos de cabecera como Bugge Wesseltoft, Nils Petter Molvær, Diana Krall o Jamie Cullum, que vienen porque les gusta”, señala Martín. “Otra cosa es que puedan permitírselo. Las estrellas casi nunca tienen el poder de decidir, son sus agentes los que deciden por ellos”.

Chano Domínguez y Niño Josele recuerdan a Paco de Lucía

Chano y Josele están que no se lo creen. Les falta nada "un ratico apenas" para subirse juntos por vez primera a un escenario. Resulta que los dos gigantes del flamenco-jazz, o así, están aquí para presentar el disco que acaban de grabar, titulado Chano & Josele,con un concierto de piano y guitarra que pretende ser un homenaje al maestro Paco de Lucía: "de oportunismo nada", comenta el primero. "Yo llevo un año dedicándole un tema a Paco en mis conciertos; y Josele, lo mismo".

Hace exactamente un año, Paco de Lucía se subía a este mismo escenario para cerrar este mismo festival en la compañía del pianista Chick Corea, de donde el reportaje que publicó este periódico y mereció honores de portada, incluyendo la última entrevista concedida por el tocaor a un medio de comunicación. "Es una responsabilidad que pesa", comenta Josele, "y un acicate". Sentados en torno a un puñado de botellas de agua mineral —el vino se queda para después del concierto—, los protagonistas de la noche rememoraban la fatídica mañana del 26 de febrero, siguiente al fallecimiento del maestro. "Me acababa de levantar para llevar a los niños a la escuela y sonó el móvil; era Chonchi Heredia para contármelo. Me quedé en shock… y hasta hoy". Agarrado al mástil de su guitarra Vicente Carrillo, Josele parece perdido en sus pensamientos: "todavía sigo pensando que va a sonar el teléfono y es él". Por lo demás, Chano y Josele están encantados de conocerse. Ahí queda su historia de un amor —"artístico", precisan— nacida al amparo de la ciudad de Nueva York: "había ido a tocar con Chick (Corea)", se adelanta Josele, "y Chano andaba en el mismo estudio grabando un homenaje a Miles Davis. De repente me lo encuentro probando el piano, "¿cómo estás, Chano?'; sin darnos cuenta, estábamos tocando juntos, como si lleváramos haciéndolo toda la vida".

Nueva York les reunió y Fernando Trueba, presente en Vitoria, les condujo a los altares del estudio de grabación. “Tocar con Josele es fácil”, comenta el gaditano. “Yo le digo que es un poeta de la guitarra flamenca”. El interesado sonríe a la cámara: “Me acuerdo de cuando terminaba el concierto, y venía Paco: ‘¿has visto cómo tengo las manos?’. Las tenía destrozadas, con unos dolores insoportables, y era porque tocaba con la cabeza, con la mirada, con toda su alma y su cuerpo”.

Llega la hora de la verdad. Para empezar, un Django que poco tiene que ver con la original de John Lewis, o sí, vaya usted a saber. El respetable lo sabe: este concierto, primero que realizan el pianista y el tocaor, es historia. Y es Chano, quien, como el buen vino, mejora con los años, y lo que le queda. Y es el "niño". Hace no tanto, Paco de Lucía le incitaba a volar por su cuenta; de aquellas aguas estos lodos. Josele, hoy, es más sabio, más músico, más todo; su guitarra llega a donde nadie, flamenco o no, ha llegado. Cada uno por su lado y los dos juntos: el tándem perfecto. La música de Chano & Josele fluye sin sobresaltos, naturalmente. No hay delicia mayor que dejarse llevar por la corriente de un río que conduce de John Lewis a Michel Legrand, y a Jobim, y termina desembocando, claro está, en Paco de Lucía (Canción de amor, Ziryab). ¿Jazz, flamenco?... para Chano, no hay duda: "Música".

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