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Columna
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Demostración

David Trueba

Los nuevos políticos que llegan ahora a la primera línea tienen una tarea complicada y difícil. La democracia televisiva impone una forma vacua de democracia, alimentada de lemas, cuñas publicitarias y rimbombancia inane que solo esquivaremos si los políticos de nueva planta comprenden que la batalla se da también con el lenguaje, el empeño en las prioridades y en tratar de hacer llegar a los ciudadanos el contenido de la política real y no su mera exuberancia electoral. La primera estrategia es hacer ver a los propios receptores de su mensaje que la política no se hace con banderas ni mítines, sino en la letra pequeña de las reformas, las regulaciones y las normas, hasta ahora empeñadas en el proceso de destrozo de la conciencia solidaria, la protección colectiva y la igualdad de una sociedad.

Basta comprobar cómo ha entrado de tapadillo en Madrid la nueva ley de la Consejería de Educación sobre la Formación Profesional. No estaría de más que los líderes escucharan a los profesores y alumnos que se ven afectados para que se encarguen de transmitir al resto de la sociedad en qué consiste la reforma aprobada. Porque la jugada está estudiada para dividir al profesorado y amordazar a los alumnos. Si es cierto que la Formación en Centros de Trabajo consiste en reducir los dos años de preparación a un solo curso y al envío de los alumnos a trabajar el segundo año en empresas del ramo, no es complicado sospechar que a la degradación de la formación se le suma la bicoca del empleo precario, o mejor dicho, la mano de obra gratuita.

Últimamente las prisas por aprobar las reformas se justifican en que la sociedad vive bajo la urgencia de la crisis y el tiempo parlamentario es un tiempo perdido. Pero suena más bien a eludir el debate necesario amparado en mayorías absolutas. Y ahí la política corre el riesgo de renunciar a sí misma, vendiéndole a la gente que toda discusión es innecesaria y todo debate público un proceso inútil. Es entonces cuando los políticos deben emplearse en salvar su oficio, en intentar sacar a los electores de la degradación del discurso público. Se insiste mucho en que la política no sirve para nada. Pues si realmente sirve, demuéstrenlo.

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