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feria de san fermín
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La turbadora mirada del toro

No estuvieron bien ni Uceda Leal, fuera ya de su tiempo; ni Francisco Marco, sin oficio por tanto tiempo sin pitones, ni Paulita, que busca un hueco y aún no ha tenido tiempo para encontrarlo

Antonio Lorca
Francisco Marco en su segundo toro.
Francisco Marco en su segundo toro.Luis Azanza (EL PAÍS)

El primer problema de los toros de Dolores Aguirre es que son toros; y lo son no ya por su estampa, su peso o su cornamenta, que son de por sí atributos suficientes. Lo son, sobre todo, por su seriedad, por su evidente madurez y por esa mirada inquietante y turbadora con la que parecen escudriñar su entorno. Esa forma de mirar los agiganta ante el mundo, y no digamos ante los toreros, que los ven, los huelen, los oyen y los sufren en sus cercanías vitales.

Quizá por eso, —¿alguien lo duda?—, las figuras no quieren ver a estos toros y a todos los de su estirpe ni en video. Es más, si el toro bravo de la modernidad tuviera esa mirada, muchos toreros, muchos, tendrían vocación de monaguillos.

AGUIRRE/UCEDA, MARCO, PAULITA

Toros de Dolores Aguirre, muy bien presentados, mansurrones en los caballos a excepción del sexto; nobles los tres primeros y deslucidos y duros los demás.

Uceda Leal: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo y estocada baja (pitos).

Francisco Marco: pinchazo y estocada (silencio); media trasera y baja y dos descabellos (silencio).

Paulita: tres pinchazos y media (silencio); casi entera atravesada y un descabello (silencio).

Plaza de toros de Pamplona. 8 de julio. Segunda corrida de feria. Lleno.

Quizá sea esta la única y poderosa razón que justifique a los toreros de ayer. Quién sabe si sería injusto lanzar contra ellos la crítica más severa cuando todos nos emocionamos después con un detalle pinturero de un artista ante el corderito del norit.

No estuvieron bien ni Uceda Leal, fuera ya de su tiempo; ni Francisco Marco, sin oficio por tanto tiempo sin pitones, ni Paulita, que busca un hueco y aún no ha tenido tiempo para encontrarlo.

Quizá sea Uceda quien merezca una más seria reprimenda. Él, mejor que nadie, conoce su capacidad, y sabría, qué duda cabe, que no está su corazón para aguantar miradas turbadoras. No ha sido nunca un jabato, y una oreja en Madrid no le va a devolver las armas para la guerra. No debió estar en esta corrida porque no es torero para Dolores Aguirre. No había más que verle la cara para adivinar el estado de su alma. Tomó la muleta en su primero con el semblante contrariado, y fue incapaz de hilvanar un par de pases a un toro ofensivo y noble que requería un engaño gallardo, firme y poderoso que nunca estuvo en el empeño del torero. Desconfiado y a la defensiva, con la cabeza oscura por la confusión, dio trapazos destemplados y mostró carencias comprensibles pero inadmisibles. Enorme era el cuarto, suelto en los capotes y caballos y muy dificultoso en el tercio final. No es que Uceda no quisiera verlo; es que no podía. Cuando uno se anuncia con Dolores Aguirre en Pamplona no debe perder los papeles de esa manera. Y ya está.

Muy distinto es el caso de Francisco Marco, que estrenaba su temporada con un par de pavos que exigían, al menos, veinte o treinta corridas para que su cuerpo entrara en caja. Vamos, que Marco salió a jugar la final del mundial del fútbol sin haber tocado un balón en nueve meses… Inconcebible, pero así es la dura vida de muchos de los que se visten de luces. Hizo Marco lo que pudo y lo que sabe, no se escondió, mostró entrega, y se le notó, como no podía ser de otra manera, su inexperiencia y falta de oficio. No se arrugó, lo que dice mucho y bien de quien lleva quince años intentándolo con un encomiable espíritu de sacrificio; tampoco su toreo, es la verdad, conoce las exquisiteces, lo que no hace presagiar un mejor futuro. Se le notó poco sitio y falto de temple ante el primero, que acudía con prontitud, y lo intentó sin éxito ante el pedazo de toro que hizo quinto, que no tuvo consideración con el torero y le ganó la pelea.

Y Paulita, el más fino con capote y muleta, dejó algunos destellos a la verónica y un par de medias elegantes, pero su noble primero pecó de escasa fortaleza y el torero solo pudo atisbar buenas maneras; ante el sexto, de muy corto viaje y mala condición, intentó, como bien supo, justificarse.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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