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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Decepción

Me parece lamentable que José Mujica se haya sumado al coro colectivo de todos los habitantes de su país después del castigo a Luis Suárez

Carlos Boyero

Me caía muy bien ese político que no parecía un político llamado José Mujica. No ya por algo tan higiénico e insólito como legalizar la marihuana, ni por haberse jugado la vida hace mucho tiempo luchando contra la dictadura militar de su país, sino porque todo lo que salía de su boca era osado, imprevisible, inteligente, sin rastro de la oquedad, la conveniencia y el abuso de tópicos que forman el discurso de casi todos los que se dedican a profesión tan lucrativa. Tenía la sensación de que la conducta de este hombre era coherente con su pensamiento, de que aunque la sinceridad sea una virtud devaluada o desechable para hacer política, él se la tomaba en serio.

Por ello, me parece lamentable que se haya sumado al coro colectivo de todos los habitantes de su país después de la expulsión y el castigo a Luis Suárez, afirmando que los dirigentes de la FIFA son una manga de viejos hijos de puta y que la sanción a Suárez era fascista. Y está claro que hay demasiadas posibilidades de que calificación tan rotunda sea cierta. No me imagino a los angelitos terrenales al frente de un negocio tan grandioso y turbio como la patronal del fútbol mundial. En cuanto al significado de una sanción fascista me pierdo un poco, no caigo. Me provocaría el mismo estupor si escuchara al facherío, el de toda la vida o el liberal, hablar de una sanción comunista. Pero que el poderoso Blatter y su ejército despierten razonables sospechas de corrupción y sordidez en cualquier persona con dos dedos de frente, no les convierte ahora en viejos hijos de puta por haber castigado a un jugador que ha realizado algo tan intolerable como clavar sus dientes en el hombro de un rival, algo que podría convertirse en una costumbre o una patología siniestra, ya que es la tercera vez que lo hace. Y por supuesto, aunque sus instintos no sean caníbales, habría que aplicar sanciones tan duras como la de Suárez, con todos los rompehuesos profesionales que ensucian los campos de fútbol.

Las declaraciones de Mujica son oportunistas, facilonas, patrioteras, estratégicas, en la línea del peor estereotipo del político. Es posible que su bravura nacionalista esté compensada con infinitos votos en las próximas elecciones. No necesita para nada la admiración de los foráneos.

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