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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Naufragamos

La verdad que los españoles no quieren escuchar, oculta por un panorama local desolador, es que ningún país crece si pierde población y envejece

David Trueba

De nuevo la tragedia migratoria ha golpeado las costas de Italia. Una treintena de muertos anónimos asfixiados en una barcaza. Los medios de comunicación no serán capaces de trazar las historias personales para que la muerte abandone la categoría numérica y se convierta en crónica humana. Europa no tiene respuesta para su frontera sur y al final del laberinto hay más países rotos, más Estados fallidos y más guerras civiles y sectarias en un mapa que lejos de sosegarse amenaza con regalarnos un nuevo siglo tan cruel y dramático como el anterior. Para los países en crisis, como España e Italia, aunque nuestro vecino cuente con un Gobierno renovado con alguna propuesta mejor que el fatalismo y entreguismo a lo irremediable, no acaba de comprenderse la razón por la que alguien aspire a nuestra miseria. No imaginan la miseria de la que proceden.

Jamás en estas crisis humanitarias aparece una propuesta colectiva que se desvincule de la represión fronteriza y proponga un crecimiento razonable de la población. España está perdiendo población joven y preparada, a la que ha formado y ahora ve marchar para explotar su talento bajo otra bandera. Podría compensar esa ruina demográfica con alguna acción inteligente, que nazca en los países de origen y proponga un flujo migratorio controlado en el que se apueste por la lengua, la formación cultural, un proyecto laboral que incluya un viaje de venida más digno que el salto de una valla llena de pinchos.

La verdad que los españoles no quieren escuchar, oculta por un panorama local desolador, es que ningún país crece si pierde población y envejece. Menos aún si su pretensión es seguir ofertando educación igualitaria y un sistema de salud que es, a día de hoy, nuestra joya a la que los depredadores han puesto precio y fecha de caducidad en su aspiración colectiva. Lo que en el fútbol es norma aceptada y garantía de éxito —la admisión del foráneo, la formación en la base y la facilidad en el tráfico de talento—, en el resto de sectores sociales es aislamiento, racanería xenófoba y falta de imaginación. Drama sobre drama, contamos muertos y náufragos sin relato particular, incapaces de conectar la ayuda humanitaria con nuestro futuro más pragmático.

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